Para la reseña de hoy he escogido una vez más una de esas películas casposas ochenteras que o no llegaban a nuestro país o lo hacían directamente al circuito del VHS. En esta ocasión se trata de Sorority babes in the slimeball Bowl-O-Rama, una bazofia dirigida y coproducida por el canadiense David DeCoteau cuyo mayor mérito fue el reunir a tres scream queens –heroínas del cine de horror de serie B– como Linnea Quigley, Michelle Bauer y Brinke Stevens. La historia que nos cuenta es la siguiente, poned atención. Tres miembros de una hermandad femenina se disponen a dar la bienvenida a Lisa y Taffy, dos nuevas chicas, lo que supone ponerlas en ropa interior, darles unos azotes y rociarlas con nata. Vamos, una estupidez. Pero a tres gañanes no se les ocurre otra cosa que espiar el rito iniciático e incluso colarse en la casa para verlas desnudas en el baño cuando se limpien. Pero son tan memos que los pillan. Así que, como castigo, las amigas de la hermandad envían a los cinco a robar el trofeo de la bolera de un centro comercial. Allí, despertarán por accidente a un demonio que primero les concederá los deseos que le formulen pero que luego se pondrá juguetón propiciando que las cosas se tuerzan y de qué manera.
domingo, 7 de junio de 2020
Sorority babes in the slimeball Bowl-O-Rama (1988)
Para la reseña de hoy he escogido una vez más una de esas películas casposas ochenteras que o no llegaban a nuestro país o lo hacían directamente al circuito del VHS. En esta ocasión se trata de Sorority babes in the slimeball Bowl-O-Rama, una bazofia dirigida y coproducida por el canadiense David DeCoteau cuyo mayor mérito fue el reunir a tres scream queens –heroínas del cine de horror de serie B– como Linnea Quigley, Michelle Bauer y Brinke Stevens. La historia que nos cuenta es la siguiente, poned atención. Tres miembros de una hermandad femenina se disponen a dar la bienvenida a Lisa y Taffy, dos nuevas chicas, lo que supone ponerlas en ropa interior, darles unos azotes y rociarlas con nata. Vamos, una estupidez. Pero a tres gañanes no se les ocurre otra cosa que espiar el rito iniciático e incluso colarse en la casa para verlas desnudas en el baño cuando se limpien. Pero son tan memos que los pillan. Así que, como castigo, las amigas de la hermandad envían a los cinco a robar el trofeo de la bolera de un centro comercial. Allí, despertarán por accidente a un demonio que primero les concederá los deseos que le formulen pero que luego se pondrá juguetón propiciando que las cosas se tuerzan y de qué manera.
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