domingo, 15 de octubre de 2017

Blackenstein (1973)


Y despido mis reseñas de hoy con una frikada, ni más ni menos que esta Blackenstein, una especie de mezcla de blackspoitation y película de terror. Dirigida por William A. Levey y escrita y producida por Frank R. Saletri, lo cierto es que gran parte de sus intérpretes son de raza negra –lo que incluye al monstruo protagonista–, pero el argumento no encaja para nada en los cánones del blackspoit por lo que se trata de una cinta rara en si misma, hasta en el género en el que se la acostumbra a englobar. La historia que nos cuenta es la de Winifred Walker, la novia de Eddie, un veterano del Vietnam que ha perdido sus extremidades por culpa de una mina. La joven contacta con el Dr. Stein, una eminencia que está obteniendo sorprendentes resultados en intervenciones para implantar piernas, manos o brazos a pacientes a los que se les habían sido amputados los miembros. El Dr. Stein accede a realizar la operación, aunque esta vez el resultado no saldrá como era de esperar. Y es que Malcomb, el asistente del doctor, se ha obsesionado de tal manera con Winifred que cegado por la ira, ha alterado los fluidos de ADN que debían ayudar a Eddie a recuperar la movilidad. Lo que consigue es convertir al pobre soldado en un asesino gigante sediento de sangre que escapa de la mansión del Dr. Stein y siembra el caos en la comarca. 


Resumiendo amiguitos, una película de muy bajo presupuesto, con interpretaciones de pena –si exceptuamos la de John Hart– y efectos especiales de feria que, pese a todo, resulta bastante entretenida. Protagonizada además por Ivory Stone, Roosevelt Jackson y Joe DeSue, esta Blackenstein cuenta con la breve aparición de Liz Renay, una actriz que –tras abandonar un hogar extremadamente religioso para asistir a un concurso de imitadoras de Marilyn Monroe, convertirse en amante del gángster Mickey Cohen y pasar varios años en prisión por cometer perjurio– escribió su autobiografía y acabó actuando en esta cinta e incluso interpretando el papel principal en Desperate Living, de John Waters. Luego montó un espectáculo de striptease en Hollywood en el que actuaba con su hija Brenda, actividad que continuó hasta el suicidio de la joven. En fin, regresando a Blackenstein, es una basura casposa y cutre que ya tiene el estatus de cinta de culto, por lo que no os la podéis perder. 


Como bonus, un retrato de Liz en sus tiempos de bailarina de burlesque. No me extraña que Cohen se fijase en ella entre asesinato y asesinato.

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