Amiguitos, mi primera reseña de hoy es para Onna gokumon-chô: Hikisakareta nisô, o mucho mejor, Monjas que muerden, tal y como se la tradujo para el mercado occidental. La película comienza con una joven huyendo de algo o alguien con lo puesto, a través de praderas nevadas y caminos polvorientos, atenazada por la sed y el hambre, alimentándose de raíces, el agua de los ríos o los restos que puede conseguir en los pueblos que cruza. Se trata de Omino, una esclava sexual que ha huído de su chulo con la intención de alcanzar un convento en las montañas en donde esconderse y alcanzar así la paz olvidando su pasado. Pero el proxeneta y su criado Kaji van detrás de ella pisándole los talones por lo que no tardan en encontrarla. Sin embargo, Omino escapa de nuevo gracias a la ayuda de uno de sus clientes. En su periplo, cruzando un bosque se encuentra con un par de pastores que le dicen que la ayudaran a encontrar el convento pero que acaban violándola. Omino se aleja de ellos como puede y finalmente alcanza el convento, siendo recibida por la abadesa budista Kenshuni. Lo primero que hace es presentarle a Osayo –una niña que no habla– y a Okaji, Otsuna y Otoku, tres novicias más que han abandonado el mundo exterior y su pasado de sometimiento a los hombres tras el perímetro del convento.
domingo, 19 de junio de 2016
Monjas que muerden
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