domingo, 31 de mayo de 2015

Interstellar


El punto final cinéfilo lo pongo hoy con Interstellar, la última criatura del realizador y guionista Christopher Nolan, un tipo que como sabéis está obsesionado por temas como los sueños, las leyes del universo o las coordenadas espacio temporales. Ante sus películas, uno siempre tiene una cosa clara: no se tratará de una historia simple, plana y palomitera. Nolan siempre exige de espectador que preste atención y mantenga el cerebro bien despierto. En Interstellar nos encontramos a Joe Cooper, ingeniero y antiguo piloto que reside en una granja junto a sus hijos y su padre, diez años después del cierre de los espacios aéreos, en un mundo sin recursos, sin máquinas, con escasez de alimentos y asolado por tormentas de arena. Vamos, el prólogo del fin de la humanidad. Pero una anomalía gravitacional en el salón de su casa a la que la hija de Cooper llama “los fantasmas” hace caer los libros de una manera determinada –anda que no es rebuscado el Nolan– que le da la clave de unas coordenadas que le conducen a un emplazamiento secreto del NORAD en el que la NASA continúa trabajando. Allí, tras sobreponerse de la sorpresa, conoce al profesor Brand y descubre que esas anomalías no sólo ocurren en la Tierra. En Saturno, algo a lo que los científicos de la NASA se refieren como “ellos”, ha creado un agujero de gusano que todo indica que conduce a otra galaxia. Brand le explica el proyecto en el que llevan años trabajando secretamente y le pide que sea el piloto de la misión. Así es como Cooper abandona a su familia dispuesto a buscar en el universo un nuevo hogar para la raza humana. 


Y hasta aquí el punto de partida de las más de dos horas y media de Interstellar, amiguitos, una cinta que pese a su duración no se hace pesada en exceso, aunque haya pasajes que –en mi humilde opinión– no aporten demasiado. Así, a esta nueva cinta de Christopher Nolan, excesiva en todos los sentidos, caracterizada por una interpretación magnífica de Matthew McConaughey, momentos de mucha emoción y con imágenes de gran espectacularidad, le sobran algunas escenas que ralentizan y aburren, como la discusión sobre la elección o no como objetivo del planeta de Miller dada su situación cerca de gargantúa. Es como si a Nolan le gustase demasiado oírse a si mismo por boca de sus actores. Por otra parte, tal como va evolucionando el argumento, uno ya va intuyendo quienes son “ellos” o “los fantasmas”... pero no os contaré nada, no os preocupéis. Finalmente, para ser sincero os diré que el final escogido es tan “amable” y edulcorado que resta entidad a la película, pero que el resultado global es tan cautivador que se le perdona. No os la perdáis, es para disfrutar al máximo con palomitas king size y un refresco. Eso sí, bien atentos.

1 comentario:

JLO dijo...

me gustó pero no para fanatizarme ja.... y las comparaciones con 2001 no están a la altura... Nolan es raro, te hace un bodrio y una buena sin motivo parente ja... pero es uno de los que intenta por lo menos.... salu2....

me gustó el primer afiche que no conocía con el pasto...