domingo, 17 de mayo de 2015

Satan’s blood / Escalofrío


Mi segunda reseña de hoy, piltrafillas, va para una película española. Y cuando comienza la misma, nos enteramos de dos cosas: Por un lado, que Pablo VI pensaba que en la demonología residía la clave de la feroz presencia del mal en nuestra sociedad, mucho más que en el psicoanálisis y otras “modernidades”; Por otra parte, que el periódico La Razón fundado a finales de los 90 por Luis María Anson, en realidad ya existía –al menos en la pantalla– en noviembre de 1972. Y es que esta Satan’s blood se inicia con un prefacio del doctor Jiménez del Oso, mítico psiquiatra especialista en parapsicología, ocultismo y esoterismo que condujo programas de televisión y dirigió publicaciones sobre estos temas durante décadas, que nos alerta de ciertos rituales que pueden dar lugar a que el mal que nos rodea y forma parte de nosotros, aflore y se manifieste con una contundencia tal que sea imposible de controlar. Esta es la manera en la que comienza Escalofrío –conocida internacionalmente como Satan’s blood–, una cinta de 1978 escrita y dirigida por Carlos Puerto, con la ayuda del gran Juan Piquer Simón, que aúna sexo, horror y la moda del momento por lo demoníaco. 


Protagonizada en sus principales papeles por Ángel Aranda, José María Guillén, Sandra Alberti y la argentina Mariana Karr, lo que Escalofrío nos cuenta es como la pareja formada por Andrés y Ana –embarazada de pocos meses– se encuentran en Madrid un fin de semana en el que sus amigos parecen haber desaparecido, por lo que deciden pasear por la ciudad con su pastor alemán, Blacky. Cuando regresan a casa, son abordados por Berta y Bruno, unos desconocidos –aunque Bruno afirma haber sido compañero de colegio de Andrés– que les invitan a pasar la tarde en su casa en pleno campo, bastante alejada de la capital. Mientras toman una copa, deciden iniciar una sesión de ouija y comienzan a darse una serie de situaciones que generan gran tensión entre las parejas, como Berta echando en cara a Bruno que tiempo atrás no tuviese valor para suicidarse pegándose un tiro o la confesión de Ana, recordando que en el pasado había mantenido una relación con Juan, el hermano de Andrés. A partir de ahí, una terrorífica noche en la que no faltará un intento de violación, una orgía sobre un pentagrama, asesinatos, canibalismo y crueldad animal. En resumen, amiguitos: ventanas que se abren de golpe, una ouija, posesión demoníaca, una muñeca de porcelana –acaso una antepasada de Annabelle–, truenos y relámpagos, sangre –poca en realidad– y bastante sexo –softcore, eso sí– para tratarse de una cinta española de la época que no pertenece al circuito de las clasificadas S son las características de una película muy interesante, de atmósfera opresiva, con una factura de calidad y unas acertadas interpretaciones que la convierten en un producto de lo más recomendable para los amantes del género.

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