viernes, 13 de febrero de 2015

Falling down: un sábado de furia


Así es, piltrafillas. Si repasáis mis entradas de estas fechas durante los últimos años podréis comprobar como a estas alturas de febrero tengo siempre una cita laboral ineludible que consiste en asistir un sábado a la asamblea de órganos de gobierno de la entidad. En resumen, mañana tengo que estar en la oficina a las ocho de la mañana, antes incluso que un día normal. Lo cierto es que la práctica totalidad del trabajo y la dosis extra de estrés que el evento supone ya han sido digeridos a lo largo de las últimas semanas de preparación, pero siempre queda un poco de angustia para la fecha señalada, la verdadera hora de la verdad en la que a la Dirección le entran las prisas, las inseguridades y los nervios. Entonces toman consciencia de que para eso estamos nosotros, la soldadesca administrativa, el pelotón a su servicio, para volcar sobre nuestro ánimo la frustración que su ineptitud les provoca. De hecho, esta mañana ha sido un infierno. Como siempre, se han presentado para hacer un ensayo y -además de poner de manifiesto que no tienen la más mínima idea de muchos temas de los que deben tratar sus exposiciones- han pretendido cambiar aspectos de la planificación, ¡menos de veinticuatro horas antes! Y es que todo se les tiene que dar masticado, pulcramente preparado y explicado como para niños chicos, no vaya a ser que alguien les haga una pregunta que no sepan contestar. Lo peor es que, incluso y así, en ocasiones no saben dar las respuestas. Entonces hacen lo que cualquier directivo petulante lleva en el ADN: inventarlas, porque ellos no pueden decir simplemente que no disponen del dato y que toman nota para hacérselo llegar lo antes posible a su interlocutor, no. Ellos siempre tienen respuestas para todo, aunque sean incorrectas. En fin, amiguitos. Por lo menos este año no se esperan demasiadas complicaciones –el año que viene sí, que habrá elecciones– y deseo que, a partir de media mañana, los asambleístas comiencen a pensar en el almuerzo y en finalizar la reunión. Claro que, nunca se sabe. Llevo en esto más de veinte años y estas citas suponen siempre una sorpresa. En ocasiones se esperan problemas a causa de los temas del orden del día y finalmente se van aprobando los puntos del mismo uno tras otro sin más sorpresas; y otras veces se espera que la reunión –un centenar y medio de personas en total, no os penséis que es una asamblea de vecinos– sea una balsa de aceite, y en el turno de ruegos y preguntas aparece algún tema peliagudo, enzarzándose todos en una tangana dialéctica sin fin que lleva hacia la debacle. Total, que ya os contaré mañana... si me quedan ganas.

1 comentario:

ÁNGEL dijo...

Yo les pondría "Los tengo colgando" y verá cómo se relajan y les entra el hambre ya a eso de las 9 de la mañana. Si no cuela, les encasqueta "Sesos humanos". Hágame caso.