domingo, 14 de julio de 2013

Deslizamientos progresivos del placer


Amiguitos, hola a todos. Comienzan las reseñas de hoy con la extraña Deslizamientos progresivos de placer –caramba con el titulito de marras-, una película de mediados de los 70 dirigida por el francés Alain Robbe-Grillet que no hay por donde coger y que cuenta como principal atractivo con la presencia de las actrices Anicée Alvina y Olga Georges-Picot en sus papeles protagonistas. Lo primero que advertimos ya en los títulos de crédito es que la película no es normal, entendiendo tal apelativo como algo acostumbrado o habitual. Y es que el extraño montaje visual y sonoro le hacen pensar a uno que se encuentra ante una especie de experimento surrealista más cercano al cine de Alejandro Jodorowsky –en su vertiente más críptica- que al thriller erótico que la sinopsis permitía imaginar. Lo que la historia cuenta es como una joven artista llamada Alice es acusada de la muerte de su amiga Nora. Aunque niega su participación, su defensa confusa y con elementos imaginarios es del todo ineficaz. Así pues, Alice es ingresada en una especie de institución psiquiátrica regentada por religiosas en la que somos testigos de su comportamiento extraño. Allí, también el juez intenta interrogarla para averiguar lo ocurrido, pero no saca nada en claro. La joven le echa la culpa a un misterioso desconocido, aunque desvaría e incluso se desnuda ante el magistrado comportándose como una loca hasta lograr sacarle de sus casillas. Todo parece indicar que la artista, de la que se atisba una homosexualidad no disimulada, es la culpable del crimen. 


Piltrafillas, esta Glissements progressifs du plaisir es una sucesión de fotogramas extraños, entre surreales y bizarros, con saltos, elipsis y flashbacks, reclinatorios, botellas de cristal rotas, pisadas, maniquíes en la playa y monjas, una cinta muy rara que he visto en v.o.s.e. y que me ha provocado unas enormes ganas de pegarle un tiro a la protagonista, una tipa totalmente venada que representa su papel a lo largo de un argumento equívoco en el que no se sabe muy bien qué es real y qué producto de la imaginación de la chica, esa tal Alice. A destacar la sacrificada participación –ignoro la razón, digo yo que por amistad- de dos figuras del cine galo como Michel Lonsdale como el atribulado juez y de Jean-Louis Trintignant en una breve colaboración como inspector de policía, un tipo que para interrogar a una sospechosa de asesinato le pregunta a qué hora llegó a casa la noche anterior, si le gusta nadar o si le gustan los huevos. Lo dicho, muy rara. Total, que ni os la recomiendo ni lo contrario. Allá vosotros. A modo de bonus, os acompaño un bonito retrato de la mencionada Anicée.

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