Y para rebajar un poco el nivel intelectual de la tarde cinematográfica de domingo he “disfrutado” también del pase de la última de las cintas de Russ Meyer dedicada a sus Vixens, Supervixens y Megavixens, es decir, que he visto Más allá del valle de las Ultravixens y con las primeras escenas ya se advierte que aquí el bueno de Meyer se ha autoparodiado a sí mismo dotando a la cinta de un humor surreal que supera lo visto en los anteriores títulos de esta particular saga.
Lo que también es fácil de adivinar a tenor de lo que se nos muestra en los diez primeros minutos de metraje es que el nivel erótico de esta entrega –siendo aún clasificable como soft porn- supera lo visto con anterioridad. Hay muchos más primeros planos, incluso de miembros masculinos –que en otras entregas o no aparecían o se disimulaban más con planos desenfocados o rápidos- y los actos sexuales no están tan insinuados sino que se ruedan –con el típico humor meyeriano, eso sí- de una manera más explícita. No en vano estamos ya en 1979. ¿El argumento? Bueno, hay un tipo, un tal Lamar, que se excita sexualmente con su mujer –la insaciable Lavonia- pero con quien no puede consumar a no ser que sea analmente. Digamos que esa práctica no satisface a la voluptuosa Lavonia, que busca en otros hombres la satisfacción que no encuentra en casa. Evidentemente existen más personajes paralelos, pero digamos que ese es el leit motiv de la cinta. Y la verdad es que se agradece que en las películas de Meyer exista un argumento, aunque sea de lo más desquiciado, surreal e inverosímil que uno pueda pensar, pero lo cierto es que no es más que un pretexto para ir hilvanando felaciones, masturbaciones y coitos, aunque nunca mostrados directamente. Por supuesto, enormes tetas las que queráis y más.
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