martes, 3 de abril de 2018

Easter days in Baile Átha Cliath (II)


El segundo día amanecía con sol –ese sol fuerte de tormenta que se deja ver como anunciando que se despide por mucho tiempo– y tras un desayuno caliente dejamos Smithfield en dirección a la iglesia de Santa Agustina y San Juan, comunmente conocida como John’s Lane. La idea también era dirigirnos hasta St. Patrick’s Cathedral, pero siendo Viernes Santo –Good Friday, como le llaman ellos– estaba dedicada a los servicios religiosos y cerrada al turismo, por lo que dejamos la visita para el día siguiente. Así pues, paseo hasta el parque de St. Stephen’s Green y de ahí –pasando ante la sede del Gobierno de Irlanda– hasta el parque de Merrion Square en el que se celebraba un acto organizado por la marca Cadbury en el que cientos de niños –a quienes no hice foto alguna al tratarse de menores y darme reparo– buscaban huevos de Pascua escondidos por la zona, algunos de ellos con unas graciosas orejas de conejo sujetas a unas diademas. 


A quien sí le hice una foto es a la estatuta de Oscar Wilde, una de las mejores que he visto nunca al retratar no sólo a la persona sino a su espíritu hedonista, representado no en una pose académica sino tendido al sol, con su batín y disfrutando de la vida. Desde ahí, nos dirigimos hacia el Liffey para cruzarlo por el Samuel Beckett Bridge –quería hacer una foto del moderno Convention Centre– y regresar hacia el centro. Por el camino nos encontramos con el sobecogedor conjunto escultórico Famine Memorial de Rowan Gillespie, que conmemora la salida desde ese punto de barcos con emigrantes huyendo de la gran hambruna de finales del siglo XIX. Y como nosotros también teníamos hambre, nos dirigimos hacia Dame Street para comer. 


Por la tarde visitamos el Dublin Castle justo antes de que el diluvio universal descargase sobre la ciudad y tuviésemos que resguardarnos en George’s Street Arcade. A partir de ese momento jugamos al gato y el ratón con la lluvia paseando por toda la zona anexa Grafton Street, escuchando a los músicos callejeros y metiéndonos  en tiendas de souvenirs hasta que decidimos regresar a la zona de Temple Bar –no sin antes haberle tocado las tetas a Molly Malone– y tomarnos una sabrosa pinta de Guiness en el Palace Bar y disfrutar de una actuación en el abarrotado Temple Bar. Cuando por fin dejó de llover, proseguimos nuestro paseo cruzando el Ha’penny Bridge para deambular por la animada Liffey Street de regreso al hotel dispuestos a descansar un poco antes de salir a cenar.

Día 1

lunes, 2 de abril de 2018

Lyndell Dean Wolff


Y este Lunes de Pascua os traigo a Lyndell Dean Wolff, un carpintero de East Los Angeles sin formación artística que hace una década se puso a pintar acrílicos de las motocicletas clásicas que le encantaría poseer desde que perdiese a su Harley Panhead en un accidente. También esculpe y construye miniaturas mecánicas.

Easter days in Baile Átha Cliath (I)


Amiguitos, estos días de Semana Santa se nos presentó la oportunidad de hacer una pequeña escapada a una ciudad europea así que nos decidimos por ir a Dublín, ciudad que aún no conocíamos y que puede recorrerse perfectamente en dos o tres días. La lluvia nos molestó un poco y tuvimos que dejar algunas cosas para otra ocasión –el inmenso Phoenix Park, por ejemplo– pero la experiencia ha sido muy positiva pese al agua y el frío. Así pues, del sol y los 15ºC de Barcelona nos fuimos a la lluvia y los 4ºC de Dublín, Dubh Linn o la ciudad oficialmente conocida como Baile Átha Cliath (BAC). 


Hay que decir que a nosotros no gusta caminar por lo que en la medida de lo posible intentamos no coger demasiados metros o autobuses en nuestras visitas por ciudades del extranjero. Es la mejor manera para respirar y ver todos los rincones y no sólo los puntos de interés turístico. En Dublín eso es de lo más factible ya que me ha parecido una ciudad a escala muy humana muy fácil de recorrer, siempre y cuando uno esté acostumbrado a ello y le guste hacerlo incluso bajo una incómoda lluvia. 


Lo primero que –además de agua– nos encontramos al llegar al barrio de Smithfield donde teníamos el hotel fue un graffiti dedicado a mi admirado Philip Parris Lynott, toda una señal de que la ciudad me recibía con los brazos abiertos. Lo segundo fue la moqueta de los pasillos del hotel –bastante roñosa, lo que no ofrece una idea real de la calidad más que aceptable del establecimiento–, con un diseño casi idéntico al del hotel Overlook, lo que encantó a mi esposa, una die hard fan de Stephen King. El viaje comenzaba bien. Total, que a partir de ahí os muestro imágenes del Liffey desde el puente de Capel Street y fotografías diversas de la zona de O’Connell Street –con la polémica aguja The Spire– y la zona comercial entre Parnell Street, Moore Street y Mary Street


De ahí a la zona de Temple Bar, el Trinity College, Nassau Street y la estatua de Phil Lynott en una callejuela perpendicular a Grafton Street, único “monumento” que no podía abandonar la ciudad sin perderme. Tras presentar mis respetos ante el hijo de Philomena y tomarme una pinta de Guiness en The Stag’s Head continuamos nuestro periplo en busca de un sitio para cenar, tras lo que finalizó un primer día remojado pero agradable.