miércoles, 9 de diciembre de 2015

Babes in Toyland – Nemesisters (1995)


Amigos, hoy os hablaré de un cedé que tiene una preciosa portada de Don Kalal. Y eso es todo lo que, salvando algún pequeño detalle musical, tiene de interesante esta obra. Feliz fin de semana. 

Aunque, esperad, si me limito a escribir esto en mi aporte musical de la quincena en este blog, su editor es capaz de mandarme a la Guardia Civil. Así pues, comienzo lo que vendría a ser un sesudo análisis de relleno de esta mierd... de este peculiar disco. Y es que no hace mucho, a raíz de una conversación en Twitter, algunos decidimos que estaría bien comentar algún ábum que, lejos de parecernos imprescindible, fuese un reflejo de un día tonto en el que, sin saber por qué, nos hicimos con él. Así es como una mañana –casi siempre iba a comprar discos los sábados por la mañana, cosas de seguir una rutina– de mediados de la última década del siglo pasado, este que os escribe descubrió a Babes in Toyland, banda de garage punk rock fundada en Minneapolis por Kat Bjelland como guitarrista y cantante principal, Lori Barbero a la batería y voces ocasionales y Michelle Leon al bajo. Con esta formación grabarían en 1990 Spanking machine. Pero es con Maureen Herman sustituyendo a Leon que sacan Fontanelle dos años después y, tres años más tarde el Nemesisters que hoy me ocupa y que –no me extraña en absoluto– se convirtió en su última grabación en estudio. 


Editado por Reprise records con Tim Mac a la grabación, mezclas y producción –se supone que en el cuarto de baño o cualquier estancia mugrienta de su puñetera casa, a tenor del resultado–, lo que nos encontramos dentro de este cedé es todo un poema... and goes like this

Hello es una cancioncilla que tiene cierto encanto por lo fresca. O sea, que parece grabada en un garaje por cuatro amigas medio borrachas, siendo su interpretación arrastrada, lisérgica y simple, sobre todo simple. En realidad, todo el álbum lo es, a la par que desafinado, sucio y gritón. Vamos, la pesadilla de Mutt Lange. Oh yeah! aún está peor grabada, ejecutada y cantada. Es decir, que para los entendidos de tres al cuarto se trata de un tema estupendo que sintetiza en sus notas la esencia del post-punk y el rock alternativo. Para mi no son más que unas petardas con un ligero conocimiento de cómo tocar sus instrumentos y la constatación de que alguien tenía que haberme advertido a la hora de comprar el cedé del peligro que corrían mis oídos. Drivin’ no enmienda en absoluto la idea que tengo de la obra. Es un tema simplón, repetitivo y de lo más estúpido, aunque debo admitir que incluso es pegadizo y –por encontrar algo positivo entre la basura– uno de mis, estooooo... preferidos. Y es que lo bueno de estos grupos es que te transmiten la ilusión de que cualquiera puede coger una guitarra o un bajo baratos, reunirse en la habitación o la sala de estar de alguien y ponerse a berrear sobre tres notas. Viva el grunge punk garage o como se llame esto. 


Es el momento de abrir unas cervezas y ponerse duros, y es que llega Sweet ’69 –que la discográfica escogió como single– que definitivamente era mi favorita y en su momento escuchaba una y otra vez para justificar la compra del cedé. Una manera como otra de no aceptar lo gilipollas que había sido al –como si nunca antes hubiese ocurrido– dejarme llevar por una portada, en lugar de asegurar el tiro y pillarme el Point of entry de los Priest, que no sé por qué nunca me decidí a comprar y siempre me he arrepentido de ello. Seguimos para bingo con Surd, de lo más cansino, sobre todo en lo que se refiere a la voz de Kat, que aquí se hace especialmente insoportable. Y entonces llega 22 y su melodía de inspiración arábiga, o eso me parece. Será que comienza a afectarme lo que hasta el momento estoy escuchando, pero me asaltan imágenes de tablaos para turistas borrachos y veo perfectamente un clip de las chicas dando palmas, hasta arriba de sangría. Lo veo, lo veo. Killer on the road es más distorsión. Cierto, Marilyn Manson también utilizó sonidos como estos... pero la batería no sonaba así de mal –vaya mojón–, su voz tenía carisma y, al menos, había arreglos de sintetizadores. 

Ariel es otra de las canciones salvables –entendedme, haciendo un paralelismo, hablo de rebuscar entre la basura aquellos envoltorios de colorines que llaman la atención visualmente y no están demasiado mugrientos– y, si hubiese estado mejor cantada e interpretada, tendría su encanto. Aún así, será la edad, pero esta es la única que en la actualidad ME GUSTA de todo el cedé. Middle man no tiene interés alguno y Memory es otra de esas canciones tipo “anímate, pilla una guitarra y hazte cantante de un grupo; peor que estas tiparracas no lo vas a hacer”. Llega S.F.W. y la idea de la muerte violenta de Bjelland comienza a parecerme atractiva. Por supuesto, también me entran ganas de fustigarme por haber caído en el engaño de Kalal y su portada. Es lo que hay. Con All by myself las náuseas se apoderan de mi y la vergüenza ya es un tsunami. ¿Cómo pude comprar esta mierda? Lo que debieron reír los directivos de Reprise con cada dólar ingresado por este truñaco. Porque lo de Sex Pistols con My way era versionear, pero lo de las Babes con este tema de Eric Carmen es irreverencia. Y escuchar a Lori destrozar Deep song es como escuchar a Amy Winehouse tambaleándose en sus peores momentos de vodka y cocaína intentando vocalizar su Rehab. Para poner la guinda, las chicas –Dios las lleve pronto– se atreven a destrozar We are family, uno de los temas más conocidos de Nile Rodgers. 


En fin, amigos. Una cosa está clara, no he tirado nunca al contenedor este cedé sencillamente porque –soy catalán, no lo olvidéis– gasté mi dinero en él. Pero, hasta hoy, llevaba casi dos décadas sin desenpolvarlo. No me puedo resistir a adjuntaros unos cuantos botones de muestra. No me lo agradezcáis. 






¡Feliz fin de semana! 
©King Piltrafilla

Entrada publicada el pasado viernes en zeppelinrockon.com

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