domingo, 19 de abril de 2015

Empusa


Y ya que estamos con el horror erótico, la segunda reseña se la dedicaré a Empusa, la última película de Jacinto Molina Álvarez, más conocido y reconocido internacionalmente por el mítico nombre de Paul Naschy. Protagonizada y dirigida por el madrileño y coescrita junto a Carlos Aured, los inicios del proyecto se sitúan allá por 2007. Sin embargo, las diferencias de criterio entre Aured y Naschy llevaron al primero a desvincularse del rodaje poco antes de morir. Un año más tarde, con la película inconclusa, era el mismo realizador el que fallecía en su hogar a causa de un cáncer de próstata. A riesgo de permanecer en cualquier cajón como otra más de las cintas malditas de la historia del séptimo arte, el equipo técnico logró finalizar el montaje como pudo y en 2010, dos años después de la desaparición de Jacinto Molina, se estrenó en la sesión Especial Brigadoon del Festival de Sitges de dicho año. Protagonizada por Naschy (que fue doblado por un tal José Duque), Antonio Mayans –otro actor mítico del cine de serie B hispano, habitual de las cintas del reverenciado Jesús Franco– y Saturnino García entre otros intérpretes, Empusa toma su nombre de una criatura de la mitología griega que, como las Lamias, tomaba forma humana para seducir a los hombres en forma de súcubo y que –imagino que esto es una licencia de la película– sólo puede ser destruida por un sabio varón que haya yacido con ella. La historia transcurre en Benidorm, en donde Naschy con pelucón, barba y pañuelo que le hacen parecer más un anciano metalhead o un hell’s angel jubilado que un actor retirado, vidente, escritor ocasional y amante del ocultismovive retirado. Su personaje es Abel, que junto a su amigo y viejo lobo de mar Víctor descubren en la arena una mano humana amputada desde el antebrazo mientras dan uno de sus acostumbrados paseos por la playa. Víctor quiere llevarla a la policía pero Abel le pide que no diga nada en unos días, mientras investiga una curiosa marca que tiene tatuada la piel del despojo y que está convencido que se trata de un símbolo relacionado con las empusas. Conoceremos al Barón Ulrich, un magnate oscuro al que han querido asesinar en más de una ocasión y que invita a Abel a cenar gambas para que, una vez más, le adivine el futuro. Total, que el tipo acaba falleciendo en los brazos de Abel –vaya mierda de vidente– sin que sepamos muy bien qué pinta ese personaje en la película. Abel no arda en encontrarse con una tal Cristabel, una guapa joven que dice ser estudiante de Arqueología apasionada por la mitología griega pero que ya imaginaréis que resultará ser algo mucho más peligroso. 


En esas que en la playa siguen apareciendo cadáveres, las gaviotas atacan a los turistas y las gentes del lugar se van convirtiendo en vampiros. No hay duda amigos, las empusas están en Benidorm. Y lo siento mucho, piltrafillas, pero si de algo me jacto es de ser sincero a la hora de hablaros de las películas que os recomiendo y Empusa es mala con ganas. Las interpretaciones son horrendas, de teatrillo de aficionados en el geriátrico del barrio, para que os hagáis una idea. Los efectos especiales son de feriante de segunda clase y si os fijáis, entre otras perlas, el primer cadáver que encuentran en la playa está respirando –su tórax sube y baja– en toda la escena. El guión es patético. Sin saberse cómo ni por qué, un cura de Benidorm posee las siete dagas de Sión –¿acaso las mismas que Carl Bugenhagen entregó a Robert Thorn en La Profecía para que matase a Damien?– y la manera de justificarlo es que el mismo sacerdote se lo cuente al protagonista diciendo “Por una serie de circunstancias que ahora sería largo de explicar...”. Olé tus huevos, Jacinto. Pero la cosa no termina ahí, los diálogos son de patio de colegio. Para muestra, no uno sino dos botones: Abel hablando con la camarera por la que suspira, “cada vez que escucho tu voz se me pone la zona del torpedo que no veas”. Y, en otro momento, la mala malísima suelta “Yo, las normas del gobierno me las paso por la entrepierna. Y además, nunca llevo bragas”. En fin piltrafillas, de vergüenza ajena. Empusa no da miedo, no hace reír, ni es entretenida, ni tiene desnudos decentes... es de lo más grotesco, casposo y zafio que he visto en mucho tiempo. Pero, ay, es el último legado de Jacinto Molina, un trabajo en el que puso sus últimas ilusiones y que algunos colaboradores, como muestra de respeto, terminaron como pudieron. Sólo por eso –¿os parece poco?– tenéis que verla. No queda otra. 


Como bonus, os regalo el tema de Dark Moor que acompaña los créditos finales de Empusa, esta The Emperor.

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