Este es Andrew Baines, un pintor británico que en los años 60 emigró a Australia. A los diez años ya asistía a clases de pintura, supongo que porque le gustaba o sus padres advirtieron el talento que poseía el crío. No tardó en colaborar con un periódico de deportes –le daban un dólar por dibujo– y eso le llevó a dejar los lápices y volcarse en el fútbol. A los dieciséis años dejó el instituto y entró a trabajar en unos grandes almacenes, donde a) se dedicaba a pintar decorados para los escaparates y b) conoció a la que más tarde se convertiría en su esposa. Llegó a matricularse en la South Australian School of Art, pero lo dejó después de dos años al no permitirle asistir a los entrenos de fútbol.
Con veintiún años dejó el trabajo, el deporte y fundó Baines Graphics para trabajar por su cuenta con diversas publicaciones y empresas. No sería hasta casi cumplir la treintena que Andrew descubriría que, para lo que de verdad estaba destinado, era para dedicarse a la pintura y al arte como modo de vida. Os adjunto una breve selección de sus surreales obras en las que, además de una extraña obsesión por las vacas –acaso por culpa de Pink Floyd–, advierto influencias que van desde Jack Vettriano hasta René Magritte.
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