martes, 24 de febrero de 2015

THIS IS THE END, MY FRIEND

El origen del mundo (Gustave Courbet)

Estimado usuario de Blogger: 

Queremos avisarte de un cambio que tendrá lugar pronto en la Política de contenido de Blogger que podría afectar a tu cuenta. 

En las próximas semanas vamos a dejar de permitir los blogs con contenidos sexualmente explícitos o imágenes o vídeos de desnudos. Seguiremos aceptando los desnudos en contextos artísticos, educativos, documentales o científicos, o cuando represente otra ventaja notable para el público que no retiremos esos contenidos. 

La nueva política entrará en vigor el 23 de marzo de 2015. Cuando empiece a aplicarse esta política, Google restringirá el acceso a todos los blogs que hayamos detectado que infringen nuestra nueva política. No se eliminará ningún contenido, pero solamente los autores de los blogs y las personas con la que hayan compartido expresamente su blog podrán ver el contenido que hayamos convertido en privado. 

Según nuestros datos, tu cuenta podría verse afectada por este cambio en la política. Por favor, a partir de ahora no crees contenidos que puedan infringir esta política. También te agradeceríamos que hagas los cambios necesarios en tu blog para cumplir con la nueva política lo antes posible. Así no sufrirás ninguna interrupción en el servicio. También tienes la alternativa de crear un archivo de tus contenidos a través de Google Takeout 

Atentamente, 
 El equipo de Blogger 
© 2015 Google Inc. 1600 Amphitheatre Parkway, Mountain View, CA 94043 (EE. UU.) 

Pues nada, piltrafillas, después de casi 7 años y más de 10.400 entradas dedicadas a la pintura, la literatura, la música, el cine, la fotografía... y tantos otros contenidos creados con cariño y ganas de dar difusión a todo aquello que me gustaba con el anhelo de compartirlo con todos vosotros, ahora recibo este correo de parte de los meapilas de Blogger echando por tierra incontables horas de trabajo y toda mi ilusión. No puedo publicar imágenes de desnudos... excepto en contextos artísticos. Y yo me pregunto, ¿qué es un "contexto artístico"?, ¿lo es una viñeta de Milo Manara?, ¿lo es un photo shoot de Mario Testino?, ¿lo es un óleo de Roberto Ferri?, ¿lo es una cinta de Russ Meyer?
¿Quién va a decidir qué entradas son respetables y cuales no?, ¿de qué ha servido tener el blog marcado con la Advertencia de Contenidos Adultos?, ¿quién decidirá si me eliminan algunas entradas o me bloquean el blog?, ¿de quién puedo publicar fotos, de Bob Esponja o Dora la Exploradora?  

En fin, amiguitos, que como podéis imaginar, no voy a perder el tiempo creando contenidos que de aquí a unas semanas me va a borrar algún becario inculto de Mountain View. Así que, hasta que no vea cómo acaba esto, aquí finaliza mi aventura. Ha sido un placer... y hoy es una pena y una completa decepción.

lunes, 23 de febrero de 2015

Valeriy Kasmasov


En este día en el que los que ya tenemos una edad no podemos dejar de recordar la tarde en la que un bigotudo Guardia Civil –un saludo a la benemérita– irrumpió en nuestros hogares gracias a la radio, os quiero presentar a Valeriy Kasmasov, un fotógrafo ruso de Krasnodar del que no os puedo contar mucho más.

domingo, 22 de febrero de 2015

Haris Purnomo


Así es amiguitos, el domingo está a punto de pasar a la historia y el lunes ya se cierne sobre nosotros. Sin embargo, antes de despedirme, os presentaré al pintor indonesio Haris Purnomo. Se trata de un artista que comenzó su carrera pintando bebés tatuados y ha acabado retratando a ciudadanos de diversas clases sociales y edades de su país.

Nightcrawler (2014)


Y mi segunda reseña de hoy va para Nightcrawler, una cinta inclasificable entre el thriller y la comedia negra escrita y dirigida por Dan Gilroy que nos retrata la evolución del avispado y un pelín enajenado Lou Bloom, un solitario y obsesivo joven que no consigue encontrar un trabajo estable y sobrevive robando cable de cobre, rejas de alambre, tapas de alcantarilla e incluso bicicletas y que, tras presenciar un accidente, descubre el competitivo y depredador mundo del periodismo criminalista. Así, con la ayuda de un esclavizado becario y la aquiescencia interesada y más o menos forzada de Nina, una reportera sin escrúpulos empleada en una de las múltiples televisiones locales que basan buena parte de sus ganancias reflejando los crímenes de la ciudad –la sangre, al igual que el sexo, siempre vende, amiguitos-, Lou irá haciéndose un nombre en el negocio a costa de cruzar las invisibles fronteras de la moralidad y –poco a poco- rebasando las ténues líneas de la legalidad. 


Piltrafillas, el protagonista absoluto de Nightcrawler es un soberbio Jack Gyllenhaal con cara de chiflado que borda su papel de reportero alienado y sociópata en esta ácida película de humor negro, retrato de una sociedad enferma y sin valores en el que comerciantes pretendidamente honestos adquieren a bajo precio mercancía robada a sabiendas, se considera correcto contratar empleados sin pagarles un sueldo o se permite que la pornográfica obscenidad de las imágenes protagonizadas por cadáveres ensangrentados entre en nuestros hogares a través de la pantalla del televisior, pero no así las palabrotas. Debo deciros que me ha encantado esta película, amiguitos. Y, al igual que me ocurrió la semana pasada con Joaquin Phoenix, creo que el trabajo de Jack bien hubiese valido una nominación a los Oscar. Pero claro, ninguno de los dos hace de discapacitado o de valeroso soldado al servicio de las barras y las estrellas.

Lorna (1964)


Inauguro mi cita dominical cinematográfica con una nueva cinta del gran Russ Meyer para añadir a la colección. Esta vez os traigo a Lorna, una película producida, dirigida y fotografiada por Russ en la que el realizador californiano se aleja de ese cine nudie de sus comienzos en el que cualquier atisbo de argumento no es más que el vehículo para mostrarnos jovencitas ligeras de ropa retozando ante la cámara. La protagonista es Lorna Maitland –en realidad se llamaba Barbara–, una joven de Glendale que repetiría con Meyer en Mudhoney y Mondo Topless. Debo deciros que, pese a tener al frente del reparto a la tal Lorna –dueña de unos extraordinarios pechos–, esta cinta no es precisamente de esas en las que el protagonismo se lo lleve la delantera de las actrices que intervienen en ella, algo a lo que Meyer nos acostumbró más tarde. El argumento de Lorna nos muestra como, después de que Luther y Jonah se encuentren con una joven que ha bebido demasiado y la sigan a casa –donde el primero intenta violarla y le propina una brutal paliza–, la pareja se dirige a la cabaña junto al río en la que viven Jim y su preciosa esposa Lorna, una voluptuosa rubia de grandes pechos a la que el joven y apuesto Jim –se deja entrever que padece eyaculación precoz– no satisface sexualmente. Se da el caso de que ese día se cumple el primer aniversario de boda, pero Jim no se ha acordado de ello y se despide de Lorna como cada mañana para ir a trabajar con sus dos compañeros a una mina de sal. 


Paralelamente, un convicto ha escapado de prisión y –después de atacar en el río a un pescador al que le quita la ropa– se encuentra con la joven Lorna, que ha ido a tomar un baño. El criminal no tarda en abalanzarse sobre ella con intención de violarla, pero Lorna –que al principio se resiste– acaba rendida en sus brazos. Y no solo eso. Aprovechando la ausencia de su marido, le invita a la cabaña para que se cambie y descanse. Mientras, Jonah y Luther no paran de burlarse de Jim y tomarle el pelo haciéndole ver lo guapa que es su mujer y que seguramente le engaña con otros hombres, sin imaginar que eso es precisamente lo que está ocurriendo y precipitando el temprano regreso de Jim a su hogar. En fin, piltrafillas, una interesante cinta en blanco y negro –no sé si es que Meyer no tenía presupuesto o lo hizo con afán esteticista, pero lo cierto es que repetiría formato en las míticas Motorpsycho y Faster, pussycat! Kill! Kill!– en la que, además de la poca cantidad de carne femenina desnuda que se muestra, lo más original de la obra es que la figura del narrador –por cierto, James Griffith, que también es el guionista del film– no es una voz en off sino que aparece en carne y hueso en medio de las escenas personificado en un predicador. Otro dato para remarcar es que el desagradable Luther no es otro que el compositor Hal Hopper, autor de la canción Lorna que aparece en la banda sonora. Es de Russ Meyer, amiguitos, no os la podéis perder.

Butifarra con patata horneada y salsa de curry


Piltrafillas, los que me conocéis y seguís mis entradas dedicadas a recetas de comida, ya sabréis que ni soy un estudioso del tema, ni acostumbro a seguir paso a paso las instrucciones indicadas para crear los platos que cocino, ni en lo que se refiere a tempos, ni a cantidades, ni –lo que quizás sea más exasperante para algunos– los ingredientes. Pero es que, para mi, la cocina –además de ser el camino para proporcionarnos el disfrute de la degustación– es un arte basado en la experimentación. De otra manera no hubiese evolucionado desde la presentación tosca del trozo de carne cruda, tibia y de sabor ferroso hasta nuestros días. Total, que para aquellos que quieran repetir los platos que cocino –porque, eso sí, todo cuanto os digo es producto de mi propia experiencia, nada de copiar de otras páginas–, aquí tenéis mis humildes recetas. Si sois de los que buscan ortodoxia, no lo hagáis en este blog: pese a ser un maniático del orden, la cocina es de las pocas cosas en las que no hago ni puto caso de la norma, algo que a veces –todo hay que decirlo– no es precisamente augurio de éxito. 

Hoy os traigo unas Botifarres de ceps –en castellano boleto o fungi porcini en italiano–, con dados de patata horneados y salsa de curry. La verdad es que las butifarras al horno son uno de los platos recurrentes de mis domingos, casi siempre acompañadas por allioli, patatas o berenjenas al horno, o escalivada, o –según temporada- alcachofas fritas. Pero esta vez me ha dado por ser un pelín más creativo. Así pues, le pedí a mi cuñado –que es charcutero– unas butifarras de ceps y decidí dar un giro a su presentación. Aquí va la receta. 

Amiguitos, el mundo de la bechamel esta lleno de variaciones por lo que, realmente, no sé cómo se llama la que yo he hecho. Digamos que se trata de una velouté –o aurora, porque lleva tomate– con cebolla. Pero, vayamos a lo que cuenta. 

Por un lado cortamos las patatas a dados –dos medianas por persona– y las ponemos en un bol con unas gotas de aceite, removiendo bien para que se impregnen. De esta manera, una ligera capa oleosa las cubrirá casi imperceptiblemente y su cocción al horno las dejará un poco crujientes por fuera y blanditas por dentro de una manera mucho más saludable que si las friésemos. Reservamos las patatas y las butifarras, y nos dispondremos a hacer la salsa, que es lo que tiene más trabajo de este plato. En este caso, he cortado en fina juliana dos cebollas grandes y las he sofrito con un poco de aceite y una cayena o bicho. También he rallado fino un diente de ajo y he cortado tres tomates sin piel a dados, añadiendo todo al sofrito junto con un pellizco de sal, dejándolo cocer un rato sin dejar de remover. Mientras, he preparado una bechamel con la mantequilla y la harina, cambiando la leche por caldo de carne. Luego lo he mezclado todo, añadiendo curry en polvo (al gusto, aquí sí que el ojo del buen cubero debe regir vuestra mano), y lo he dejado cocer a fuego lento un rato, sin dejar de remover. 


Cuando ha sido el momento, he puesto las butifarras y los dados de patata al horno primero la patata y después la butifarra, y he calentado la salsa antes de emplatar una butifarra por comensal, las patatas repartidas y un poco de salsa napando mitad y mitad. El resto lo he puesto en una salsera por si a la familia –mis conejillos de Indias– no le gustaba el plato, una precaución que finalmente ha sido innecesaria porque el veredicto ha sido más que favorable. De hecho, me ha sobrado un poco de salsa que he guardado para congelar y utilizar en el futuro. Con un poco de arroz hervido, me servirá de guarnición rápida para cualquier cosa.

Maserati Khamsin


En esta nueva entrega dedicada a las cuatro ruedas, llega hoy al blog el Maserati Khamsin, un deportivo diseñado para Bertone por Marcello Gandini –responsable de diversos modelos para Lamborghini, Alfa Romeo o Citroën, entre otras marcas– y producido entre mediados de los años 70 y principios de los 80. Con aire acondicionado de serie, un V8 de casi cinco litros y más de 300 caballos, la característica distintiva del Khamsin consistía en un panel trasero de vidrio que aumentaba la visibilidad posterior.