domingo, 21 de diciembre de 2014

The Equalizer


A mediados de los 80, el canal de televisión norteamericano CBS estrenó The Equalizer, una oscura serie de acción –que más tarde llegó a Catalunya de la mano del canal autonómico TV3- protagonizada por el británico Edward Woodward, cuyo argumento giraba en torno a un exagente de la CIA llamado Robert McCall que, al margen de la ley y gracias a sus contactos y conocimientos, se ponía al servicio de los desfavorecidos para ayudarlos de manera altruista. De ahí su nombre. Ante circunstancias en las que los malvados y sus armas oprimían a los débiles, aparecía McCall y su equipo para ecualizar la situación. Hay que decir que el actor, de 55 años por entonces y un físico poco atlético, se convirtió en todo un sex symbol para las televidentes de edad madura. Pues bien, piltrafillas, este año ha llegado a las pantallas The Equalizer, la segunda colaboración de Denzel Washington y el realizador Antoine Fuqua desde la exitosa Training Day. Coprotagonizada por Marton Csokas y Chloe Moretz, la historia que nos cuenta la cinta es algo así como la versión libre y actualizada de la génesis de McCall como Ecualizador. En ese sentido podríamos decir que se trata de la precuela de la serie, casi treinta años más tarde. 


En The Equalizer encontramos a Robert McCall empleado en un almacén de Home Mart, una especie de IKEA de materiales de construcción y bricolage. Es un tipo solitario, tranquilo, metódico –rayando el trastorno obsesivo compulsivo- y de buen corazón. Amante de la lectura y con problemas de insomnio, pasa muchas madrugadas en un restaurante en el que coincide con Teri, una joven prostituta rusa. Cuando su chulo la apalea, McCall –que esconde un pasado misterioso- decide tomarse la justicia por su mano. Pronto veremos que las habilidades de McCall trascienden lo que vendría a ser el empujar carretillas con cemento o madera y asistiremos al exterminio de varios hombres que, lejos de ser unos simples proxenetas de poca monta, forman parte de un inmenso entramado de crimen dirigido desde Moscú por un líder de la mafia rusa. Este, al ver como sus negocios corren peligro, envía a los Estados Unidos a su mejor hombre, un sanguinario exmilitar que no se detendrá hasta acabar con McCall. O, al menos, intentarlo. En fin, amiguitos, cambiad el hombre blanco de pelo cano, divorciado, bajito y propenso al sobrepeso que circulaba en un lujoso Jaguar a través de las calles de Nueva York por un negro, rapado, viudo, alto y atlético que se mueve en metro por Boston y os encontraréis con la versión de Robert McCall del siglo XXI. Por cierto, aunque no lo parezca, Washington es en la actualidad mayor que Woodward en 1985. Entretenida, palomitera y muy recomendable. 

A modo de bonus, os acompaño la intro de la serie de televisión original, para que podáis disfrutar de la música del policíaco Stewart Copeland y –aquellos que la visteis- echar la lagrimilla nostálgica.

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