domingo, 23 de febrero de 2014

Muerte de un quinqui


Amiguitos, este domingo voy a dedicar mis reseñas al cine español. La primera va a ser para una cinta de mediados de los 70, un producto entre simpático y vergonzante dirigido y producido por León Klimovsky con argumento y guión de Jacinto Molina Álvarez, o lo que es lo mismo, Paul Naschy. La película –que tuvo el comercial título de Muerte de un quinqui- estaba protagonizada por figuras del cine hispano de la talla del mencionado Naschy, Frank Braña, Pedro Mari Sánchez o... ¡Carmen Sevilla!, y nos contaba la historia de Marcos, un atracador que tras llevarse un pequeño botín de una joyería del centro de Madrid dejando un reguero de cadáveres tras él, decide huír con las joyas traicionando a sus compañeros de banda. Después de dejar en coma a su novia y matar a dos agentes de la ley, se esconderá de sus perseguidores empleándose como sirviente en casa de un rico matrimonio y su hija adolescente. Debo deciros que la película es mala de cojones, pero bastante distraída, siempre y cuando –claro- nos hagamos a la idea de que vamos a ver una película de serie B. Aún así, para ser sinceros hay que hacer constar que el título es engañoso. Muerte de un quinqui nos remite a ese género tan nuestro del cine quinqui de los 70 y los 80, con exponentes como Perros callejeros, Navajeros o Deprisa, deprisa o El pico, cintas protagonizadas por delincuentes juveniles. Sin embargo, en esta que nos ocupa, Naschy ya pasaba de los cuarenta cuando la rodó por lo que la licencia a la hora de titularla fue cuanto menos osada. 


Piltrafillas, si Muerte de un quinqui es de serie B –tirando a C- no es por el argumento –con criminal traidor y psicótico perseguido por la ley y por sus compañeros, protagonista de un trágico triángulo amoroso con parálitico incluido-, es porque el guión de Naschy es casposo a más no poder, y –además- gusta de intercalar en los diálogos palabras de argot que no pegan para nada a los personajes que las pronuncian pero sirven para intentar darle una pátina lumpen a la historia. Así, nos regala frases impagables como “Sestá muy bien aplastao en la poltrona mientras los demás curramos y damos la jeró” o “¿Así que la gachí tuvo un chinorri?” Para completarlo, un montón de disparos sin sangre -parece que estemos viendo un episodio de la serie Equipo A-, lo que en el fondo es de agradecer porque cuando la vemos -la sangre, me refiero-, los efectos especiales y de maquillaje son de caseta de feria. Total, que lo mejor es el trabajo de Carmen Sevilla como la señora de la casa en la que se emplea nuestro protagonista, en el papel de esposa sacrificada de un discapacitado a la que los acontecimientos y el duro trabajo superan y que sufre un gran cambio, tanto psíquico como físico, con la llegada de Marcos a la finca. Me ha sorprendido. En fin amiguitos, que pese a no ser nada extraordinario, os la recomiendo sin dudarlo.

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