domingo, 30 de diciembre de 2012

The alley tramp


La primera de las últimas reseñas cinematográficas del año se la dedico a The alley tramp, una pequeña joya –por lo friki- del mítico Herschell Gordon Lewis. La cinta –en blanco y negro, aunque por esa época H.G. ya había rodado numerosos títulos en color- se inicia con Marie, una adolescente que está en su casa bailando y comiéndose una manzana cuando aparece una amiga que le cuenta que esa noche hay una fiesta con motoristas. La interpretación es de grupo teatral de barrio... y de los malos, las chicas gritan como si estuviesen actuando para un geriátrico de sordos y en un momento incluso, la protagonista mira a la cámara. Entonces aparece un tal Philip –al parecer es un primo lejano de Marie-, la amiga desaparece y Marie se le insinúa. Porque, amiguitos, de eso va The alley tramp, de la relación entre la calentorra Marie y el panoli Philip y del sexo en general. Los jóvenes se lo montan en casa, en el parque, en moteles... y los padres de ella, además de hacerlo juntos –de hecho, Marie les observa en una ocasión- se lo hacen cada uno por su lado, él con la secretaria y ella con un chulo que encuentra en un bar, un tipejo al que la misma Marie acaba llevándose a su cama. 


En fin amiguitos, con esta The alley tramp nos encontramos ante una muestra de sexploitation barata a cargo del mencionado Lewis y protagonizada por Julia Ames –que en los créditos aparecen como Armand Parys y Anette Courset respectivamente- que fue rodada en 1968, el mismo año que She-devils on wheels, otra de las varias películas del realizador de las que ya os he dado cuenta en este blog y que era bastante superior a la que hoy os comento. Diseño de producción penoso, guión pueril, cuerpos desnudos, relaciones sexuales insinuadas y sobreactuadas... es decir, una cinta sólo recomendada para megafrikis y erotómanos poco exigentes, piltrafillas like you and me.

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