Y como os he anunciado, os voy a hablar del genial Edward Hopper. Muy jovencito, el tipo, abandona los Estados Unidos –dejando atrás un trabajo como ilustrador publicitario- para viajar a París, Londres, Berlín, Bruselas y España en un periplo en el que se empapará de las obras de Manet, Degas, Sisley o Toulouse-Lautrec y descubrirá a Goya. Cuando regresa a su país, Hopper aplica las influencias recibidas en una obra dedicada a la cotidianeidad de la vida norteamericana, tanto en costumbres como en paisajes. Son famosas sus obras dedicadas a escenas urbanas de Nueva York, así como de paisajes de Nueva Inglaterra, punto en común con Wyeth.
Fallece en mayo de 1967, un par de meses después de que mi señora madre diese a luz un bebé precioso que habría de convertirse con los años en el infame King Piltrafilla que ahora conocéis.
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