Max Ferguson es un neoyorquino que, tras matricularse en una academia de animación en Amsterdam, descubrió que la pintura era su verdadera pasión. Así pues, Max cogió los pinceles y –con la influencia de los maestros holandeses del siglo XVII- se dedicó a pintar. Sus trabajos pudieron verse durante años en los laterales de autobuses de veinte ciudades de los Estados Unidos o en el Metro de Nueva York, hasta que –ignoro si por ser descendiente de esa etnia- alcanzó cierto reconocimiento como pintor de escenas de Judaísmo.
sábado, 16 de agosto de 2008
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