En el apartado de las entradas que dedico a los automóviles me apartaré un poco del criterio que sigo habitualmente para hablaros del Simca 1000. Sí amiguitos, porque ni me parece un vehículo capital en la historia de la automoción ni me parece una joya de ingeniería ni tan sólo es estéticamente bonito. Vamos, que ni por asomo aparecería en este espacio si no fuese porque es el primer coche que hubo en casa, el que me trasladaba cada día al colegio o a mi localidad de veraneo –cuando los veranos en el pueblo, en casa de la abuela, duraban tres meses- dependiendo de la época.
Se trataba de un coche francés de tracción trasera que llegó a nuestro país en 1965 como competencia directa del Renault 8, y que –evidentemente- no tenía ni airbags, ni cinturones de seguridad traseros y del que aún recuerdo como traqueteaban las puertas en los caminos sin asfaltar. En fin, momento nostálgico que no implica –para nada- la reivindicación de este coche. Aunque lo cierto es que nuestro Simca 1000 duró muchos años y –según mi madre- siempre funcionó correctamente.
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