jueves, 21 de agosto de 2008



¿Deberían morir Pete y Amy?

No amiguitos, no soy un metalhead radical que promueva la eliminación de artistas de otros estilos musicales, sino un padre preocupado por la formación de nuestros hijos. Me explico. Desde siempre, la música rock y pop –además del evidente componente artístico- ha tenido una vertiente asociada a la rebeldía y al inconformismo ante las normas establecidas por la sociedad, fuese a través del movimiento pélvico de Elvis Presley o de la actitud iconoclasta de los Sex Pistols. En los 60 y los 70, ser un músico o un artista creativo pasaba por el consumo de estupefacientes. Ahí tenemos a los Beatles o Pink Floyd, por poner dos ejemplos de figuras incontestables de la historia de la música para masas. Por otro lado están Keith Richards de los Rolling Stones, Steven Tyler de Aerosmith o Nikki Sixx de Motley Crue. El primero afirma que su cuerpo es un milagro de la naturaleza y que –con todos los productos que se ha metido- no sabe por qué está aún vivo, el segundo llegó a declarar que la mitad de los beneficios de Colombia eran mérito suyo –a él y a Joe Perry, guitarrista de la banda, les llamaban los Toxic Twins- y el tercero –hoy flamante escritor y diseñador de ropa que disfruta de un segundo resurgimiento de su banda- es uno de esos seres humanos que pueden decir que han estado muertos durante unos minutos. Sin ir tan lejos, en nuestro país cantábamos junto a Tequila su canción del Rock’n Roll en la plaza del pueblo, una de las líneas de la cual dice “si no estoy colocado no puedo tocar”.

Pero hace ya décadas que sabemos que las drogas, lejos de ser algo estimulante de la creatividad, acaban destruyendo el cerebro y gran parte del cuerpo, amén de las relaciones familiares y sociales. Por eso me fastidia que gente como el mediocre Pete Doherty o Amy Winehouse –que quizás no lo sea tanto, lo que aún es peor- se hayan convertido en ídolos de masas, artistas en los que –nos guste o no, es algo natural- se miran millones de adolescentes en su fase de búsqueda de identidad. Y lo cierto es que ni Richards, ni Tyler ni Sixx ni ninguno de esos viejos rockeros que disfrutan hoy en día de vidas regaladas con cierta aura de invulnerabilidad son un ejemplo para nuestros hijos. Ellos llegaron al límite y no les pasó nada ¿no?

Por ello opino que sí –lo siento por sus familias, pero los chicos ya son mayorcitos y ellos se lo buscan-, que quizás Pete y Amy tendrían que morir. Así podríamos decirles a nuestros vástagos ¿lo véis?, las drogas no son guays, no son algo cool. ¿Queréis morir?, cometed los excesos de este par hasta que reventéis.
Claro que también podrían echar el freno y poner remedio a sus adicciones. Servirían de ejemplo a sus seguidores, seguirían ganando dinero a espuertas –ellos, sus compañías discográficas y sus representantes- y ganarían en salud y esperanza de vida.

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