lunes, 26 de agosto de 2024

Почивка в България (Велѝко Тъ̀ рново)


La excursión de la que os hablaré hoy nos llevó a Veliko Tárnovo, ciudad a orillas del río Yantra que fue capital de Bulgaria y donde, de hecho, el zar Fernando I declaró la independencia en 1908. En uno de sus cerros está la fortaleza de Tsarevets, construida durante el siglo XII sobre la base de una fortificación bizantina. Y ese lugar fue el que visitamos bajo un sol implacable. En la actualidad poco queda del palacio y la sede del Patriarcado y en una parte del recinto se celebran conciertos, sobre todo de ópera. Pero lo que destaca en lo alto de la colina es la denominada Catedral de la Santa Ascensión, una iglesia desacralizada y reconstruida en los años 80 sobre el emplazamiento de la original. La decoración es extraña, ya que –en pleno régimen comunista– los frescos, aunque impresionantes, tienen poca relación con lo que se espera encontrar en el interior de un templo cristiano. La verdad es que esa visita me decepcionó un poquito. Con la importancia que tuvo Veliko Tárnovo y la de lugres de la ciudad con más encanto e interés que podrían recorrerse, el que tuviésemos que ascender a 33ºC por el interior de una ciudadela semidesierta hasta una iglesia algo fake para después volver a bajar para recorrer el barrio de los artesanos –típica trampa para que los turistas adquieran recuerdos de madera, plata, cerámica o de tipo gastronómico– antes de dar por finalizada nuestra estancia en la localidad no es que me gustase demasiado. Pero conocimos un lugar interesante y además Vaiana, nuestra guía, era de lo más amable y durante todo el día nos explicó más cosas sobre Bulgaria en general que sobre Tsarevets
 

Total, que antes de regresar a Sofia –después de comerme una fresca Shopska acompañada de un plato de oreja frita– nos pasamos por el pueblecito de Arbanasi, donde se encuentra la preciosa Iglesia de la Natividad de Cristo, con distribución en pequeñas capillas –una cerrada al público–, con unos frescos del siglo XVII en un buen estado de conservación y cuya restauración se limitó a retirar las capas de moho y hollín que los cubrían. También está prohibido hacer fotografías y hay cámaras en cada estancia, pero como la vigilante estaba en esos momentos con la mirada distraída de la pantalla al tener que cobrar las entradas a nuestras compañeras de tour, aproveché para jugármela y tomar algunas instantáneas furtivas. El paso por Arbanasi finalizó con una visita a la Casa Konstantzaliev, del siglo XVII. Pero preferí no pagar una entrada para deambular por estancias de una vivienda –es algo que no soporto, me recuerda momentos traumáticos en IKEA– y me senté en su jardín a la sombra de una higuera mientras una leve brisa me aliviaba del insoportable calor. Como veis, también acompaño imágenes de las gasolineras en las que realizamos sendas paradas técnicas.

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