miércoles, 21 de agosto de 2024

Почивка в България (София 1)


La mayoría de las ciudades que he visitado en verano tienen una extensión e importancia que obliga a dedicar la mayoría de mi estancia en ellas a recorrerlas, dejando si acaso tiempo para alguna escapada puntual a otra localidad. Sin embargo, este año mis vacaciones estivales han consistido en visitar Sofia –así, con la primera sílaba tónica y sin tilde en la i–, una ciudad que en un par de días ya hay tiempo más que suficiente para conocerla, lo que permite dedicar más fechas a visitar otros lugares del país. Así pues, hoy inicio otro de mis acostumbrados reportajes fotográficos documentando mis vacaciones, esta vez dedicado a la capital de Bulgaria y a otros sitios de interés a los que nos hemos dirigido en tours organizados. La verdad es que en esas visitas se pasa más tiempo en la carretera que en el lugar de destino y a veces tampoco se puede visitar todo lo que uno quisiera. Sin embargo –al menos en nuestro caso y gracias a los guías que nos han tocado– puede decirse que hemos conocido y aprendido muchas más cosas del país que si nos hubiésemos limitado a hacer las excursiones por nuestra cuenta. 
 

Lo primero que uno descubre es que –por culpa de los siglos de ocupación otomana–, a los búlgaros no les caen bien los turcos. Lo segundo es que son bastante racistas, la mayoría aseguran que en su país no existe la delincuencia con excepción de los gitanos, unos vagos y amigos de lo ajeno. Y lo último, que el alfabeto que utilizan no es ruso, sino búlgaro. El cirílico –que adoptaron los rusos, los serbios, los bosnios, los tártaros o los mongoles entre muchos otros– debe su nombre a uno de los hermanos Cirilo y Metodio, búlgaros nacidos en Tesalónica de madre búlgara y padre macedonio. Claro que, según los macedonios, los hermanos nacieron en Ohrid. Ni qué decir tiene que los búlgaros no tienen demasiado buen concepto de dichos vecinos, que –según ellos– se atribuyen todo tipo de logros históricos. En definitiva, estos santos para el cristianismo oriental o bizantino por su labor como difusores de la fe entre los pueblos eslavos –y también por el catolicismo, desde que así lo dispusiera Juan Pablo II– son los culpables de que sea algo más complicado de lo habitual entender algunos letreros de Sofia
 

Pero como la protagonista de esta primera entrada es la preciosa catedral dedicada a San Alexander Nevski –lo primero que visitamos en la ciudad–, os voy a hablar un poco de ella. Levantada entre finales del siglo XIX y principios del XX en estilo neobizantino, es la segunda más grande de la península balcánica y está construida con mármoles de Múnich, elementos metálicos de Berlín, puertas de Viena y mosaicos venecianos. Eso sí, aunque no se puede negar que es imponente, en su interior sin embargo no se están cuidando correctamente los frescos, que siendo recientes históricamente comienzan a deteriorarse en algunas zonas de la cúpula. Por cierto, como ya os he dicho que Sofia es relativamente pequeña, las fotografías de los lugares que os mostraré en este reportaje son a menudo resultado de varios paseos por la capital en diferentes días, razón por la que la iluminación puede ser cambiante. Vamos allá. 

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