domingo, 7 de julio de 2024

Mi madre es una mujer lobo (1989)


Amigos del guano cinematográfico, en este blog ya os he comentado diversas películas con la licantropía como protagonista, de serie B e incluso de serie Z, más o menos gore y con más o menos dosis de erotismo. Lo que nunca había pasado por aquí es algo como lo que hoy os quiero presentar, esta infame Mi madre es una mujer lobo, con dirección de Michael Fischa, un realizador natural de Viena que hizo carrera en los Estados Unidos, si es que a la sarta de despropósitos de su autoría se le puede llamar carrera. De hecho, ya me había decepcionado con su Death Spa del año anterior (ver aquí), pero algunos no aprendemos. Total, que –aunque el título ya da pistas de ello–, si alguien espera encontrarse con una cinta de terror ochentero, va por mal camino. Lo que aquí tenemos es una supuesta comedia que no se sabe si es un homenaje al cine de terror o una descarada falta de respeto. Y los protagonistas, de segunda fila o con una carrera cimentada en la televisión de los 70, tampoco ayudan. Al frente del reparto tenemos a Susan Blakely, conocida por su papel de Julie Prescott en Hombre rico, hombre pobre, a John Schuck –lo siento pero nunca me ha caído bien este actor con cara de orangután–, a quien recuerdo haciendo de policía en McMillan y señora o a la desconocida Tina Caspary. Suerte de John Saxon, icónica estrella secundaria de la serie B. 
 

El argumento de Mi madre es una mujer lobo nos muestra a la típica madre de familia de clase media norteamericana, con hija adolescente y un marido más ocupado en trabajar y pasar tiempo con los amigotes mirando el fútbol por la tele que en dedicar tiempo a las tareas del hogar o a satisfacer las necesidades afectivas de su esposa. Así que, cuando la mujer conoce al apuesto dueño de una tienda de animales que le tira los tejos, no tardará en sucumbir a sus encantos y tener un fugaz encuentro sexual con él. Pero resulta que el desconocido es un hombre lobo y con un mordisquito en el dedo gordo del pie le ha transmitido su condición. Entonces comienzan a sucederse las pretendidas escenas de comedia con la contagiada madre de familia en su transformación a mujer lobo: interacción con su hija y la friki-amiga de esta, visitas al dentista o a la manicura, todas ellas sin gracia ninguna. Mención aparte merecen las muestras de efectos de maquillaje –no esperéis una transformación en loba a la altura de Tom Savini, aquí sólo hay prótesis de colmillos y unas pelusas burdamente pegadas a los brazos y piernas que intentan parecer pelo animal–, o la ausencia de efectos especiales. 
 

De vergüenza es la imagen de John Saxon comiéndose una rata como Jane Badler en la mítica V, pero aquí con el protagonista dándose la vuelta y mostrando la espalda a la cámara para ocultar que ni hay rata ni nada. De la escena con la transformación completa en lobos ya mejor ni hablar, con máscaras de látex inexpresivas y movimientos corporales más indicados para un zombie que para un ágil cánido sediento de sangre. En fin, huid de esta película como de la peste, a no ser que–parafraseando a Metallica– queráis conocer the thing that should not be.

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