Esta mañana tocaba dirigirnos temprano a la Sé do Porto para intentar evitar en la medida de lo posible las aglomeraciones habituales. La Catedral no está mal, pero lo que más destaca es el claustro gótico lleno de mosaicos de azulejos. Vista por fin la Catedral, nos fuimos hasta Gaia para pasear por su Ribeira. En esta margen del Duero se ubican numerosas bodegas de Vinhos do Porto conocidas internacionalmente. Y precisamente decidimos tomar un aperitivo en una de ellas que consistió en unas aceitunas, unas patatas chips y una cata de diversos vinos.
Luego comimos en el Cais de Gaia y regresamos a Porto para realizar compras en Bolhâo, la Rua de Santa Catarina y la Rua do Almada en los alrededores de la Igreja da Santíssima Trindade, donde se encuentra la recomendable tienda de discos Louie Louie, donde cumplí la tradición de llevarme como souvenir varios vinilos. Después de tal caminata tocó regresar al hotel para descansar. Y al atardecer, regresamos a la Ribeira, donde cené unas fresquisimas sardinhas a la brasa con aceitunas, cebolla y pimiento, un sencillo pero delicioso plato que me dio fuerzas para cruzar nuevamente a Gaia para admirar las vistas nocturnas de Porto.
Al día siguiente la idea era desplazarse a Foz –esta vez sí en transporte público– para pasear junto al océano. Y lo hicimos, pero bajo la lluvia. Aún así, el paseo resultó atractivo y nos llevó junto a un enfurecido Atlántico desde el Castelo do Queijo hasta el muelle del Farolim de Felgueiras. Antes, sin embargo, tuvimos una parada en la Praia del Molhe de Carreiros, donde dimos cuenta de una sabrosísima y copiosa cazuela de arroz de tamboril. Y se puede decir que ahí finalizó nuestra semana de vacaciones en Porto ya que, tras regresar al hotel y descansar un poco antes de que cesara de llover, callejeamos por Cedafeita, Trindade y Aliados sin rumbo claro antes de cenar en la tasca Espaço 77 y despedirnos de una ciudad que nos había sorprendido muy agradablemente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario