jueves, 24 de agosto de 2023

Porto... e algo mais (3)


El siguiente día comienza junto al Jardim da Cordoaria, camino a pasar la mañana en el barrio de Ribeira. Podéis ver imágenes de alguna fachada, la estatua dedicada a la figura del Romanticismo portugués Camilo Castelo Branco y a su obra más representativa, Amor de perdición, ubicada en un extremo de la explanada del mismo nombre. También os muestro fotografías del interior de la Igreja de Sâo José das Taipas, una vista de Ribeira desde el Miradouro da Vitória y la Praça do Infante Dom Henrique, con el edificio del palacio de la Bolsa al fondo, que al parecer es precioso pero que no pudimos visitar por estar todas las reservas ocupadas hasta la fecha de nuestra marcha. Tampoco es que me quite el sueño, la verdad. 
 

Prosigo el reportaje fotográfico con imágenes de la impresionante Igreja do Sâo Francisco, que tienen su mérito ya que está prohibido tomar fotografías del interior. Llegados al río, paseamos por el Cais da Ribeira y nos dispusimos a navegar un rato en un tour guiado por el Duero, otra turistada pero que al menos proporcionaba un paseo fresquito en el que se recorren puentes como el Ponte Luiz I –el más icónico, con sus dos tableros–, el Ponte María Pia –ahora en desuso, proyectado como el anterior por Théophile Seyrig y construido por la empresa de Gustave Eiffel–, el Ponte Sâo Joâo, el Ponte do Infante o el Ponte da Arrábida, tras el cual ya casi se llega a la desembocadura del río. 
 

Después de saciar la sed, emprendimos camino hacia la Catedral utilizando el Funicular dos Guindais, verdadero regalo de la divinidad. Sin embargo, era tal la cola que había para visitar la que decidimos ir a comer a la zona de Bolhâo, concretamente al recomendable restaurante Abadia do Porto, donde me zampé una cazuela de Tripas à moda do Porto inmejorables. Por si no lo sabéis, uno de los gentilicios de Porto es tripeiros –desde el siglo XV, cuando los expedicionarios que fueron a la conquista de Ceuta se aprovisionaron de toda la carne de ternera la ciudad y en Porto sólo quedaron las tripas– por lo que estamos hablando del plato más tradicional de la ciudad, por delante de la típica Francesinha, de mediados del siglo XX.
 

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