domingo, 22 de mayo de 2022

El príncipe de las tinieblas (1987)


Hoy dedico mi reseña cinéfila a un pequeño clásico, al menos para los amantes del género de terror y de la obra de John Carpenter en particular, aquí director, guionista y autor de la estupenda música de esta El príncipe de las tinieblas. Interpretada por Donald Pleasance, Jameson Parker, Victor Wong o Lisa Blount entre otros, la verdad es que la peliculilla fue un fracaso de crítica que no pasará a la historia como lo mejor del realizador neoyorquino aunque en mi opinión es otro estupendo ejemplo de lo que puede hacerse con un pequeño presupuesto y mucho oficio. El argumento nos cuenta como, tras la muerte de un sacerdote, su sucesor descubre que aquel era miembro de la secta de la Hermandad del Sueño y pide ayuda al profesor Howard Birack para que le ayude a descubrir qué es el líquido que contiene un extraño cilindro que se custodiaba en la cripta de su iglesia. El profesor se traslada al templo con otros colegas y unos cuantos alumnos de física y bioquímica dispuesto a ayudar al sacerdote, pero durante la noche el grupo será atacado por la mismísima esencia del Mal, que intentará poseer a todos los que se encuentran en el edificio para convocar a su padre, un antidiós atrapado en otra dimensión, con el fin de hacerse con las almas humanas. 
 

Como podéis advertir los conocedores de una de las obras maestras de Carpenter, el argumento tiene muchos puntos en común con The Thing, al existir también aquí un grupo de personas metidas en un edificio –la estación polar en aquel caso y una antigua inglesia en este– que son atacadas por un ente malvado. Lo dicho, piltrafillas, que esta El príncipe de las tinieblas no es una obra perfecta, pero es muy carpenteriana y, pese a sus carencias, es un producto muy entretenido y más que aceptable del mítico realizador que nos regaló Christine y las imprescindibles Halloween, Escape from New York o la mencionada The Thing. Como anécdota, mencionar la presencia de Alice Cooper con un pequeño papel como líder de una especie de ejército de homeless zombies al servicio del mal. Hay que verla, al menos una vez en la vida. 
 

Como bonus, el tema homónimo que Cooper grabó para su álbum Raise your fist and yell del mismo año, del que os hablé aquí.

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