Amigos, a estas alturas no es ningún secreto que este tipo me encanta. Sammy Hagar desprende rock por cada uno de sus poros y se le ve un tipo honesto que siempre ha hecho lo que le gustaba, ya fuese en Montrose, en HSAS o en su prolífica carrera en solitario, proyectos todos de los que ya os he hablado en el pasado. De hecho, creo que la única faceta a la que no he dedicado entradas ha sido a su paso por Van Halen. Y no es que no piense que junto al malogrado Eddie no cumpliese con creces pero, qué queréis, soy uno de esos talibanes que opina que el vocalista de Van Halen es David Lee Roth, por los siglos de los siglos, amén. Así que, polémicas aparte que hoy no vienen al caso, no es ninguna novedad el que hoy os traiga este tercer álbum de estudio de Sammy al frente de su banda, un poco conocido Musical chairs con mucha calidad pero que nadie acostumbra a mencionar. Y es que el disco salió el mismo año en el que su icónico red album, lo que quizás no fue la mejor idea del mundo.
Grabado en los Utopia studios de Londres y los Different Fur recorders de San Francisco, con John Carter una vez más a la producción, Hagar repite con Bill Church al bajo y Alan Fitzgerald a los teclados a los que se une Denny Carmassi a la batería –también antiguo compañero en la banda de Ronnie Montrose– con la adición de Gary Pihl a las guitarras. De hecho, podría decirse que estamos ante la formación de Montrose pero sin su fundador.
El álbum, con un diseño de packaging a cargo de Hipgnosis y del que poseo la copia alemana, contenía el siguiente track list:
A
Turn up the music
It’s gonna be all right
You make me crazy
Reckless
Try (Try to fall in love)
B
Don’t stop me now
Straight from the hip kid
Hey boys
Someone out there
Crack in the world
El disco comienza con Turn up the music, un hard rock seventies con ecos a Alice Cooper, sencillo y cañero a tope. Entonces entra It’s gonna be all right, con ese bajo marcado y toques de sintetizador que conforman la melodía de otro estupendo tema rockero, de estribillo fácil y repetitivo, con una parte central con duelo de teclados y guitarra. You make me crazy es otro tema sencillito pero delicioso, pausado, con palmas, coros femeninos y una atmósfera romántica y sexy. La energía guitarrera regresa con Reckless, un tema bastante montrosiano con un solo cañero y varios alaridos del cantante. La cara finaliza con una preciosa balada, Try (Try to fall in love), con arreglos orquestales a cargo del británico Andrew Powell.
La cara B se inicia con Don’t stop me now, un tema estupendo y hardrockero que me recuerda a los UFO de Phil Mogg. Y más hard rock alegre y movidito es lo que nos trae Straight from the hip kid. Totalmente distinto es Hey boys, con ritmo pero muy suavecito, donde casi sólo destaca el sonido del bajo y la voz. Los sonidos cooperianos regresan con un hard rock clásico de la época, una Someone out there que sirve como preámbulo a Crack in the world, un tema muy atractivo musicalmente –a ratos me recuerda a Pink Floyd, ¿me podéis creer?– aunque habla de una grieta en el mundo que separará a la sociedad y pronostica que en 2025 llegará el momento. ¿Os pensábais que el 2020 era lo peor que habíais conocido?
En fin, que sin que ofrezca grandes hits, es uno de esos discos que
necesitas volver a escuchar cuando finaliza para captar más matices, señal
de que atesora calidad. Lo dicho, que Three lock box o
VOA estaban muy bien, pero –para los que no lo habíais hecho ya– es
hora de descubrir este Musical chairs.
¡Feliz viernes!
@KingPiltrafilla
Entrada publicada simultáneamente en ffvinilo.blogspot.com
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