domingo, 20 de diciembre de 2020

Wonder Woman 1984 (2020)


Amiguitos, hace tres años la crítica declaraba mayoritariamente que Wonder Woman era lo mejor que se había rodado en el DCEU y –como ya os comenté aquí– a mi no me lo pareció en absoluto, aunque la película me resultó muy entretenida. Pasó el tiempo y con los años, su secuela se convirtió –junto con Black Widow– en uno de los títulos más esperados por este que os escribe, en lo que respecta al cine de heroínas. Pues bien, resulta que Wonder Woman 1984 ha cosechado estos días unas críticas nefastas, al menos en los medios a los que he tenido acceso. Y podía tomármelo de dos maneras. La primera era pensar que, si cuando ensalzaban a su predecesora a mi no me parecía tan buena, ahora que la dejaban por los suelos aunque encontraban algunos aspectos salvables, a mi me iba a parecer un montón de guano premium. Pero también podía ser todo lo contrario. Si la impresión que me llevé de la primera cinta dedicada a Diana Prince no estaba de acuerdo al cien por cien con la mayoría de las críticas leídas, en esta ocasión podía perfectamente pasar lo mismo y parecerme una obra de arte lo que otros veían como un producto fallido. Total, que como estaba empeñado en ver en acción a Gadot, regresar a una sala comercial y además ya tenía compradas mis entradas desde hacía días, ayer me fui al estupendo Phenomena con mi hija, dispuesto a disfrutar la experiencia con palomitas y a contaros más tarde cómo había ido. 
 

Dirigida por Patty Jenkins, esta Wonder Woman 1984 está protagonizada en sus principales papeles por Gal Gadot, Kristen Wiig, Chris Pine y Pedro Pascal y nos cuenta cómo a mediados de los 80, la antropóloga Diana Prince trabaja en el Smithsonian mientras su alter ego realiza casi anónimamente y evitando toda publicidad diversas actuaciones en defensa de sus conciudadanos. Sin embargo, la aparición de Maxwell Lord –estrella de spots televisivos en los que publicita su empresa de pozos petrolíferos–, de la Dra. Bárbara Minerva –una gemóloga y arqueóloga apocada y sin habilidades sociales– y de un extraño amuleto que parece conceder los deseos de quien lo toca, harán que Wonder Woman tenga que ponerse una vez más en acción para socorrer a la humanidad. Lo cierto es que para mi y seguramente para gran parte de los espectadores potenciales de este tipo de películas –los que crecimos leyendo comics, vamos–, situar la acción en los 80 no era algo baladí ya que la juventud de entonces y tener la vida por delante nos evoca cierta nostalgia por unos tiempos que seguramente no fueron mejores pero sí más despreocupados. Ello otorga a la época una pátina que la hace atractiva y debía contagiar el interés por disfrutar de la película. Pero debo deciros que en la tarde-noche de ayer, la realidad arrojó un chorro de agua fría sobre mis expectativas. 
 

Y es que uno paga 9,70 euros –sin contar las palomitas– por una entrada a cambio de la que espera disfrutar de un largo rato de espectáculo y entretenimiento, pero no es necesario que el metraje se estire de manera artificial como un chicle, que es la razón por la que Wonder Woman 84 dura 150 exagerados, exasperantes y a ratos interminables minutos. Es como si a Jenkins le hubiese dado un ataque de afán conservador y hubiese decidido hacer el montaje con absolutamente todo el material rodado. Las escenas se alargan sin mesura, repitiendo mensajes y situaciones, lo que deja a la película desprovista de ritmo y peligrosamente proclive al tedio en numerosos momentos. Vamos, eso y las largas disquisiciones que Wonder Woman o Maxwell Lord nos regalan sobre lo que pasa por sus cabezas. Todo es excesivo, excepto la acción y el espectáculo, que en esta entrega de la amazona de Themyscira es bastante escasa y con algunos momentos de CGI algo toscos. Eso sí, Gal resulta creíble, aparece bellísima a la par que fuerte y se muestra totalmente volcada en esta entrega a su medida de la que no en vano es coproductora. Por otro lado, Kristen Wiig y –sobre todo– un Pedro Pascal que en algún momento escora hacia el histrionismo están geniales. Incluso Pine, que no es que me guste demasiado, cumple aceptablemente con su papel. Sin embargo, eso es todo lo que de positivo puedo deciros. En resumen, una decepción. Lo mejor, el prólogo con ese episodio de la infancia de Diana –que no tiene absolutamente nada que ver con el resto de la trama pero que en tensión y ritmo le da mil vueltas a lo que veremos a partir de ese momento– y la emotiva escena de los créditos finales de la que por suerte no conocía nada y que levantó no pocos aplausos de los que asistimos a la proyección. Qué pena de 2020, piltrafillas.

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