domingo, 19 de enero de 2020

Rambo: Last blood (2019)


Definitivamente, no tengo suerte ultimamente con las películas que elijo comentaros. Si la semana pasada me decepcionaba Jlo, esta vez me hace torcer el gesto el bueno de Silvestre. Como veis, al final me decidí por afrontar Rambo: Last blood, a pesar de que el mismísimo Stallone se había declarado avergonzado por el resultado. Y es que la película es un truñaco enorme que no tiene carisma ninguno y dinamita la leyenda iniciada por Ted Kotcheff. Pero no lo vi venir. Qué narices, ¡era una peli de Rambo! Así que voy y me la trago. Dirigida por Adrian Grunberg y protagonizada por Sylvester Stallone, Paz Vega, Sergio Peris-Mencheta, Adriana Barraza y Óscar Jaenada –lo mejor de toda la película–, su argumento nos cuenta como más de una década después de lo ocurrido en Birmania, John Rambo duerme en un túnel en Arizona bajo el rancho de caballos de su padre, acompañado de sus recuerdos del ejército, sus armas, sus medicinas –ya tiene una edad el tipo– y sus fantasmas. Junto a él, una amiga mexicana que le hace de sirvienta y la nieta de esta, Gabriela. Un día, la joven cruza la frontera para ir a buscar a su padre biológico que la había abandonado de pequeña. En México es secuestrada por unos traficantes de mujeres y es prostituida y drogada. Evidentemente, John Rambo –a sus más de 70 años– decide ir a buscarla y enfrentarse con su cuchillo multiusos a violentos criminales fuertemente armados. ¿Qué puede salir mal? 


Mirad, las películas, las historias, tienen su momento. Acorralado, Rambo II o Rambo III fueron producto de su época, éxitos de los 80 en el siglo pasado. No eran películas de gran valor artístico –cierto– pero fueron enormes éxitos de taquilla que aún recordamos muchos con nostalgia y una sonrisa en los labios. El personaje de Rambo se convirtió en mito e incluso su cuarta entrega fue un buen intento de recuperarlo en su madurez. Pero esto es infumable, mucho mas si consideramos que Rambo: Last blood debía ser el epílogo a un viaje iniciado en 1982, el legado de un icono. Rambo no quería otra cosa que le dejasen en paz. Tras regresar de Vietnam pretendía superar sus fantasmas en soledad y sólo lastimaba a la gente para salvar su vida o para rescatar a norteamericanos. En la cinta que hoy me ocupa es un perro rabioso al que sólo mueve la sed de venganza, un ser sanguinario y sin humanidad. Si ese era el recuerdo que debía quedar en nuestra memoria, vaya manera de echar a perder el misticismo de un personaje mítico del cine de finales del siglo XX. En resumen, olvidaos de ella y quedaos con el recuerdo de cualquiera de las anteriores.

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