domingo, 29 de septiembre de 2019

Flash Gordon (1980)


Piltrafillas, aunque la nostalgia y el aspecto kitsch de la película que os traigo este domingo la hayan convertido en objeto de culto, este innegable título mítico de la ciencia ficción –más por el cómic original de Alex Raymond que por el resultado de su adaptación cinematográfica– no ha resistido demasiado bien el paso del tiempo. Y es que sus efectos especiales vistos a día de hoy dan risa si no vergüenza ajena, aunque para su época estaban muy logrados. Pese a ello, el estreno de Flash Gordon fue un pequeño fracaso comercial en su momento. El guión no es nada del otro mundo, algunas interpretaciones chirrían –la más sangrante, la del protagonista– y los diálogos son pueriles. Por contra, la fotografía, el diseño de producción o el vestuario son estupendos en mi opinión. También ha ayudado a dar notoriedad a la cinta el que su banda sonora estuviese a cargo de Queen, de la que tengo el single japonés (os hablé aquí de ello hace unos años, por si os interesa). 


Dirigida por el británico Mike Hodges, Flash Gordon estaba protagonizada por Sam J. Jones, un modelo y jugador frustrado de fútbol americano que también había pasado por el ejército y que con este papel para el que llegó a postular Schwarzenegger –su acento no fue un impedimento– alcanzó la fama. Junto a él, la también semidesconocida Melody Anderson. El reparto, de lo más internacional, se completaba con Timothy Dalton, la felina Ornella Muti y el gran Max Von Sydow, entre otros. La historia se inicia con el monarca de un reino interestelar provocando en la Tierra terremotos, erupciones volcánicas y otros desastres por puro divertimento con su rayo cósmico. Mientras, Flash Gordon –un jugador de fútbol americano– regresa de sus vacaciones en un pequeño avión junto a Dale Arden, una agente de viajes con miedo a volar. A la mañana siguiente, tiene lugar un inexplicable eclipse y la Luna se sale de su órbita. Tan solo el Dr. Zarkov parece intuir lo que ocurre y pretende dirigirse con una nave espacial que ha construido en secreto hasta el origen del rayo. Entonces, unas turbulencias hacen caer el avión de Flash y Dale en el jardín del laboratorio de Zarkov, quien engaña a la pareja para que suban a su nave. Así es como los tres acabarán llegando al planeta Mongo, donde reina el malvado emperador Ming. 


Ming ordenará la ejecución de Flash por haberse enfrentado a él y dispondrá que Dale se convierta en su concubina. Sin embargo, la princesa Aura –enamorada de Flash– hará que le devuelvan a la vida y se lo llevará con ella a su luna particular. Flash acabará regresando a Mongo para rescatar a su amada Dale y se pondrá al frente de los pueblos residentes en las lunas de Mongo para liderar la deposición del malvado Ming. En fin, amiguitos, que Flash Gordon resulta entretenida y a ratos simpática por lo mal que actúa Jones y por lo simple del argumento, pero globalmente y vista con cierta condescendencia otorgada por los años, es imperdible. Un clásico del cine de ciencia ficción del siglo XX.

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