domingo, 9 de septiembre de 2018

Rock 'n' roll nightmare (1987)


Esta semana se ha clausurado en Gijón el ciclo Peor Imposible y una de las películas de la muestra ha sido esta... llamémosle joya. Pero, antes de comenzar con la reseña, dejadme que os diga que cuando pienso en Canadá desde la vertiente musical, los nombres que se me ocurren a bote pronto son los de Bryan Adams, Rush o Anvil. Sin embargo, también podría haber mencionado a Jon-Mikl Thor, alias de Jon David Mikl, un tipo que fue culturista de cierto éxito en los años 70 y cuyas inquietudes musicales le llevaron a formar su propia banda, Thor. Y si ya en ese campo destacaba poco –su banda aún tenía algo de talento pero él daba un poco de vergüencita ajena–, cuando más tarde se pasó a la interpretación ya fue el acabose. Prueba de ello es la cinta con la que hoy pongo fin a mis reseñas dominicales, esta Rock’n’roll nightmare, también conocida como The edge of hell. Dirigida por John Fasano y producida, escrita y protagonizada por el mencionado Jon-Mikl Thor, nos cuenta como la banda de John Triton se dispone a grabar en una granja aislada su siguiente lanzamiento. Pero un ente diabólico que mora en ese lugar comienza a acabar con la banda hasta que hace aparición el Intercessor para poner las cosas en su sitio. Amiguitos, Rock’n’roll nightmare fue directa al mercado de VHS y es tan mala que enternece. Eso sí, recomiendo su visión con una generosa provisión de alcohol bien cerca. 


Concebida como un gran clip de para los temas de la banda Thor con un envoltorio pretendidamente de terror, es un vehículo para el lucimiento personal de Jon-Mikl en una desvergonzada manifestación de ausencia de dotes interpetativas. Con un inicio prometedor, somos testigos del despertar de una familia en la granja de su propiedad. El padre afeitándose, la madre haciendo bacon para el desayuno... hasta que una fuerza oculta los masacra. Genial, ¿no?. Sin embargo, pronto se nos quita la sonrisa de la cara y aparece la mueca de incredulidad que ya no nos abandonará durante todo el metraje. La furgoneta de los Tritonz aparece en una larga escena antes de llegar a la granja del comienzo, en donde junto a su manager y las novias de la banda, grabarán y ensayarán los temas de su nuevo disco. Pero resulta que el ente malvado que reside en el lugar irá acabando con todos uno a uno convirtiéndolos en demonios. Pero eso no coge de sorpresa a John Triton. Estaba sobre aviso porque él es –a la mierda los spoilers, os lo contaré igual– el Intercessor, aquel que debe derrotar al Diablo. En fin, interpretaciones patéticas, ridículos bichos de silicona, efectos especiales de caseta de feria, mucho folleteo pero con poca carne –si exceptuamos una escena de ducha donde Jon-Mikl enseña su culo prieto– y ese final bizarro con una lucha entre el Intercessor y una especie de estrellas de mar ciclópeas de silicona que es de vergüenza ajena –no daréis crédito a lo que ven vuestros ojos– o ese baile de la muerte con el demonio, cruce de miraditas incluido, que es para amorrarse a la botella de Jack Daniel’s y desear la muerte propia. En resumen piltrafillas, tan jodidamente mala que sería pecado no verla. 

Como bonus, aquí tenéis unos cuantos temas de la banda sonora. Dejando a un lado su calidad –aquí cada cual con su nivel de exigencia–, si eras un joven metalhead en los 80 te resultarán incluso simpáticas y pegadizas.



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