lunes, 24 de febrero de 2014

Be a Piltrafilla


Torsten Solin


El protagonista de mis entradas del lunes es el pintor y fotógrafo alemán Torsten Solin, un artista natural de Jena que estudió pintura y Bellas Artes en Dresden y desde 2004 reside en Berlín. Colorido, sensualidad y surrealimo son algunas de las características de su obra. A ver si sois capaces de descubrir cuales de estas obras son fotografías y cuales acuarelas o pinturas.

domingo, 23 de febrero de 2014

Pedro Abreu


Me despido por hoy con una selección de obras de Pedro Abreu, un fotógrafo y pintor dominicano afincado en Nueva York que lleva años exhibiendo sus trabajos en muestras individuales y colectivas por galerías internacionales.

Caníbal


Y mi segunda recomendación es la sorprendente y muy recomendable Caníbal, una película dirigida por el andaluz Manuel Martín Cuenca que pese a tener ocho nominaciones en la reciente edición de los premios Goya –entre ellas, la de mejores película, director, actor protagonista y actriz revelación-, acabó ganando únicamente el de la mejor fotografía –impresionante, lo mejor de la cinta-, galardón que también había recogido su autor –el joven barcelonés Pau Esteve Birba- en el pasado Festival de San Sebastián. La historia que esta Caníbal nos cuenta de una manera cruda, fría y alejada del juicio al personaje es la de Carlos, un prestigioso sastre granadino que vive solo, ama su trabajo... y se alimenta de la carne de desconocidas a las que asesina. Su rutina se verá trastocada cuando conozca a Nina, joven rumana que requerirá su ayuda para buscar a Alexandra, su hermana desaparecida y vecina de Carlos. 


Amiguitos, si esperáis encontrar gore o acción en Caníbal, no la vais a encontrar. Desde el primer segundo, aún en los créditos, sonido, fotografía y las interpretaciónes de Antonio De la Torre y Olimpia Melinte contribuyen a dotar de un desarrollo oriental -en la acepción más cinematográficamente pausada del término- a las casi dos horas de metraje, convirtiendo a Caníbal en lo que a algunos como yo nos ha parecido una preciosa película llena de poesía y a otros –como mi esposa- lo que vendría a ser, llanamente, una puta mierda. Lo que para mi han sido miradas, gestos y una atmósfera reposada en la que –pese al desviado comportamiento de Carlos- se respira amor, para mi señora ha sido ausencia de diálogos, lentitud y un ejercicio de estilo exasperante. Vamos, una pérdida de tiempo. En fin, amiguitos, que tendréis que escoger a quién hacéis caso pero en mi opinión estamos ante una película que con el tiempo se convertirá en objeto de culto, porque –si bien es cierto que no es de fácil digestión para el espectador típico, aunque ya se sabe que no está hecha la miel para la boca del asno-, es toda una obra de arte.

Muerte de un quinqui


Amiguitos, este domingo voy a dedicar mis reseñas al cine español. La primera va a ser para una cinta de mediados de los 70, un producto entre simpático y vergonzante dirigido y producido por León Klimovsky con argumento y guión de Jacinto Molina Álvarez, o lo que es lo mismo, Paul Naschy. La película –que tuvo el comercial título de Muerte de un quinqui- estaba protagonizada por figuras del cine hispano de la talla del mencionado Naschy, Frank Braña, Pedro Mari Sánchez o... ¡Carmen Sevilla!, y nos contaba la historia de Marcos, un atracador que tras llevarse un pequeño botín de una joyería del centro de Madrid dejando un reguero de cadáveres tras él, decide huír con las joyas traicionando a sus compañeros de banda. Después de dejar en coma a su novia y matar a dos agentes de la ley, se esconderá de sus perseguidores empleándose como sirviente en casa de un rico matrimonio y su hija adolescente. Debo deciros que la película es mala de cojones, pero bastante distraída, siempre y cuando –claro- nos hagamos a la idea de que vamos a ver una película de serie B. Aún así, para ser sinceros hay que hacer constar que el título es engañoso. Muerte de un quinqui nos remite a ese género tan nuestro del cine quinqui de los 70 y los 80, con exponentes como Perros callejeros, Navajeros o Deprisa, deprisa o El pico, cintas protagonizadas por delincuentes juveniles. Sin embargo, en esta que nos ocupa, Naschy ya pasaba de los cuarenta cuando la rodó por lo que la licencia a la hora de titularla fue cuanto menos osada. 


Piltrafillas, si Muerte de un quinqui es de serie B –tirando a C- no es por el argumento –con criminal traidor y psicótico perseguido por la ley y por sus compañeros, protagonista de un trágico triángulo amoroso con parálitico incluido-, es porque el guión de Naschy es casposo a más no poder, y –además- gusta de intercalar en los diálogos palabras de argot que no pegan para nada a los personajes que las pronuncian pero sirven para intentar darle una pátina lumpen a la historia. Así, nos regala frases impagables como “Sestá muy bien aplastao en la poltrona mientras los demás curramos y damos la jeró” o “¿Así que la gachí tuvo un chinorri?” Para completarlo, un montón de disparos sin sangre -parece que estemos viendo un episodio de la serie Equipo A-, lo que en el fondo es de agradecer porque cuando la vemos -la sangre, me refiero-, los efectos especiales y de maquillaje son de caseta de feria. Total, que lo mejor es el trabajo de Carmen Sevilla como la señora de la casa en la que se emplea nuestro protagonista, en el papel de esposa sacrificada de un discapacitado a la que los acontecimientos y el duro trabajo superan y que sufre un gran cambio, tanto psíquico como físico, con la llegada de Marcos a la finca. Me ha sorprendido. En fin amiguitos, que pese a no ser nada extraordinario, os la recomiendo sin dudarlo.

Paseítos por Barcelona


Amiguitos, ya os he dicho esta mañana que hacía buen día en Barcelona y salía a dar una vuelta. Los antiguos del lugar ya sabéis que eso solo puede significar una cosa: reportaje al canto. Así es, soy uno de esos frikis que no salen de casa sin su cámara, siempre a la espera de captar la imagen de su vida y -en realidad- eterno fotógrafo de mi entorno anodino. Pero eso es como el caso de aquellos que llevan años jugando al mismo número de la lotería y, aunque no toca nunca, no dejan de comprarlo porque ¿y si después de tanto tiempo cambian de número... ¡y toca!? Pues eso, solo faltaría que un día me dejase la cámara después de tantos años llevándola a cuestas y me pasase por delante una modelo rusa desnuda. Lo dicho, que aquí os dejo una nueva tanda de mi eterna serie Paseítos.

Laura Lynn Petrick


Esta es la canadiense Laura Lynn Petrick, una jovencísima fotógrafa afincada en Toronto que lleva “jugando” con cámaras desde los dieciséis años, lo que ya la ha llevado a galerías de París, Nueva York, Des Moines o Gothenburg. Entre sus clientes encontramos a Dazed and Confused, Regia, NME, Interview o American Apparel.