La entrada de hoy está dedicada en su mayor parte a otro de los puntos de interés de Oslo, el parque Vigeland –en realidad, forma parte del enorme Frognerparken– que toma su nombre del escultor Gustav Vigeland, autor de las estatuas que otorgan fama mundial a este lugar y que representan diferentes aspectos de la vida humana. A mi me parecieron todas de una belleza sublime a la hora de transmitir movimiento, energía y emociones.
Es sin duda, con el Ayuntamiento, lo más recomendable de Oslo, una ciudad que, aún teniendo sus atractivos, no resulta especialmente memorable. Del parque destacan el Monolitten de gránito y –al menos sobre el papel, ya que a mi me impresionaron más otras obras– el niño con rabieta o Sinnataggen, que hay quien quiere identificar como símbolo de la ciudad a modo del bruselense Manneken Pis.
Completan la tanda las vistas desde la terraza superior del edificio de la ópera y un Cadillac aparcado ante un Domino’s Pizza en Grunerlokka.
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