domingo, 8 de abril de 2018

Der Fluch der schwarzen Schwestern (1973)


Mi primera reseña de este domingo va para esta mezcla de softcore y horror setentero de la mano del neoyorquino Joseph W. Sarno. Protagonizada por Nadia Henkowa, Anke Syring, Ulrike Butz, Flavia Keyt y Marie Forså –la mayoría repetirían en poteriores cintas de Sarno–, la historia que nos cuenta Der Fluch der schwarzen Schwestern (la maldición de las hermanas negras) es la de la virginal Helga, Monika y su amiga o la doctora Julia Malenkow y su hermano, personajes que llegarán al mismo tiempo a un decrépito castillo en un lugar recóndito e indeterminado de Alemania. En él residen Wanda y una serie de doncellas hechizadas que se dedican a danzar desnudas y realizar rituales lésbicos en honor de la baronesa Varga, una mujer despótica que en la época medieval mandaba matar a todo aquel que se oponía a ella y a la que acabaron quemando acusada de vampirismo y de tener obsesión por las jovencitas. Antes de morir envuelta en llamas –como acostumbra a ocurrir en las historias de este tipo– amenazó con regresar un día para vengarse. Así pues, el objetivo de Wanda y sus acólitas no es otro que es el de traer a la vida nuevamente a Varga gracias a las mujeres que atraen al castillo. 


Total, que cada noche tiene lugar un ritual lésbico amenizado con música de tambores –por cierto ¿alguien ve quién los toca?– que provoca en aquellos que los escuchan un irrefrenable apetito sexual. Y así, Helga se lo acaba montando con Peter –que mantiene una equivoca relación incestuosa con su hermana–, pero también con la amiga de Monika e incluso con una vela, ya me entendéis. El resto de las jóvenes e incluso Julia –que ha venido preparada con un crucifijo con ajos– no son inmunes al influjo de la brujería sexual de Wanda. En resumen, Der Fluch der schwarzen Schwestern es un cuento gótico de vampiras con poca sangre, lesbianismo, muchos desnudos, dildos rituales, velas fálicas y unas interpretaciones poco destacables que sin embargo resulta entretenido, siempre que uno no espere demasiado más. Lo dicho, horror erótico setentero para ver con una buena copa de ron añejo. Nada más y nada menos.

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