Sin vinilos raros o exóticos para comentaros esta semana, echo mano de mi fondo de armario vinílico y como en mi anterior visita, dedico la reseña de hoy a otra de esas obras incontestables de finales del siglo XX de las que nadie quiere hablar porque todo cuanto pueda decirse, sobra o es redundante. Pero para eso estoy yo, para redundar en lo obvio. Y para dar a la reseña un enfoque diferente, más que del álbum –que también–, os hablaré de su vocalista. Total, que después de saber de él en Alcatrazz [aquí] o MSG [aquí], hoy os traigo de nuevo al incombustible Graham Bonnet para presentaros otro enorme disco en el que participó aportando su personalísimo estilo. Poneos cómodos.
Érase que se era el británico Graham Bonnet, un adolescente nacido en una
localidad costera del condado de Lincolnshire que se ganaba unas libras
cantando jingles para la radio. Su primo Trevor había emigrado con sus
padres a Australia de pequeño y después de trabajar en televisión había
llegado a tocar en los primeros discos de los Bee Gees. Corría el glorioso
año de Nuestro Señor de 1967 en el que nacimos algunos genios cuando Trevor
regresó a su país natal y se estableció en Londres, montando con su primo
Graham el dúo Las Canicas (bueno, en inglés The Marbles suena mejor). De
hecho, aún ni existían como grupo cuando en el transcurso de una actuación
en el londinense Revolution Club se les acercó un tipo que había sido
mánager de los Bee Gees y le dijo a Trevor que estos –que se habían
establecido en Inglaterra no hacía mucho– querían hablar con él para
ofrecerle que tocase de nuevo con ellos. Así es como, con la excusa de que
tenía un primo cantante, Graham acabó en casa del productor Robert Stigwood
tocando y cantando canciones de los Beatles y los Beach Boys junto a Barry,
Robin y Maurice Gibb. La sorpresa llegó cuando Stigwood preguntó a Barry
Gibb si le podría dar alguna melodía al dúo de primos para meterlos en el
estudio a grabar. Y de esa manera, gracias a los contactos de Trevor pero
sobre todo a los Bee Gees, comenzó la carrera de Graham Bonnet. El resultado
fue el tema Only one woman, que llegó al número 5 en la lista de singles de
la Gran Bretaña en 1968 –por cierto, Bonnet lo regrabaría con Alcatrazz en
el fallido Dangerous Games de 1986– y propició el lanzamiento del primer
álbum de The Marbles dos años después, con varias composiciones de los Bee
Gees, quienes también aportaron coros.
Y sí, Graham dejó los jingles, pero The Marbles acabarían separándose poco
después de la edición de su elepé homónimo y Bonnet tendría que esperar
hasta 1977 para grabar con Ring O’Records un álbum bajo su propio nombre con
temas propios y versiones de Bob Dylan, Ray Davies, Al Green o Daryl Hall y
John Oates, entre otros. La verdad es que en Gran Bretaña pasó sin pena ni
gloria, aunque en Australia tuvo cierto éxito su versión del It’s all over
now, Baby Blue de Bob Dylan. Pero un año después lo petó en el país de los
canguros con Warm ride, otro tema compuesto por los Bee Gees.
Mientras tanto, ajeno a esta historia, el gran Ritchie Blackmore, un genio
de las seis cuerdas con un carácter digamos que peculiar, quería dar un giro
más comercial, melódico o americanizado –llamadlo como queráis– a sus
grabaciones al frente de Rainbow. Las discusiones entre este y su vocalista
Ronnie James Dio sobre el tema se habían vuelto cada vez más agrias al no
compartir este en absoluto la dirección musical que Blackmore quería
imprimirle al grupo. El resultado es que –por decisión propia o invitado por
su jefe– el diminuto vocalista de Portsmouth acabó abandonando la banda,
dejando abierta la puerta por la que el bajista Bob Daisley y el teclista
David Stone salieron poco después. Y así fue como en 1979, Ritchie Blackmore
comenzó a dar forma en su casa de Connecticut al disco que debía suceder al
estupendo Long live Rock‘n’Roll sin Ronnie James Dio a cargo de las voces,
con Cozy Powell aguantando como batería, Don Airey de Colosseum II en los
teclados, un bajista de sesión y el excompañero de Blackmore en Deep Purple
Roger Glover como productor y coescritor.
La banda se trasladó entonces a la Alta Saboya francesa, concretamente al
Château Pelly de Cornfeld, un precioso castillo medieval fortificado con
tejas policromadas original del siglo XII. Adquirido y restaurado a mediados
de los años 60 para celebrar sus fiestas anuales por el financiero judío
nacido en Estambul Bernard Cornfeld, este había tenido que vender parte de
su patrimonio tras su paso por prisión para poder mantener su lujoso tren de
vida y ahora alquilaba la propiedad. Allí, con otro bajista de sesión y sin
vocalista aún –Blackmore había sondeado incluso a Ian Gillan, que por
supuesto declinó la oferta–, se comenzaron a grabar las pistas de Down to
earth con el Maison Rouge Mobile, un estudio de grabación propiedad de Ian
Anderson de Jethro Tull montado sobre un camión Mercedes-Benz.
Finalmente, gracias a Micky Moody que por entonces estaba tocando con David Coverdale en su grupo pre-Whitesnake, Graham Bonnet recibió una llamada de Roger Glover –que había escuchado al cantante en su época con The Marbles– y fue citado en Francia para hacer una audición. Bonnet afirma que no conocía de nada a Rainbow y tuvo que comprarse los discos con Ronnie James Dio para hacerse una idea de lo que esperaban de él. Sin embargo, el vocalista cuenta que el tema que le hicieron cantar fue Mistreated, del Burn de Deep Purple. Sea como sea, a Blackmore y Glover les encantó Graham y le comunicaron que el puesto era suyo. Y aunque en la actualidad se muestra agradecido por su paso por la banda y lo que supuso para su carrera, en aquel momento se marchó a Londres, le comunicó a su representante que ese estilo de música no era el suyo y que se lo iba a pensar porque creía que no encajaría de ninguna manera en el grupo. Y en parte al final tendría razón, aunque los motivos no serían musicales. Pero vayamos por partes. Como ya sabemos, Bonnet firmó el contrato y aportó algunas ideas y melodías al casi finalizado álbum –sin recibir crédito por ello, algo que aún le entristece– mientras que Roger Glover se convertía en el bajista oficial de la banda, regresando a los Estados Unidos para grabar las voces en los Kingdom Sound Studios de Long Island. El proceso fue bastante tedioso para Bonnet, quien cuenta que se grababan cuatro estribillos distintos para cada tema y se presentaban a Blackmore para que escogiese el que más le gustase.
Y así es como en agosto de 1979 se puso en las tiendas el primer disco de
Rainbow sin Ronnie James Dio como vocalista, con portada del ilustrador
neoyorquino Ron Walotsky y del que poseo una reedición española de 1984 que
no corrigió el desastre de la pobre edición de cinco años antes y seguía sin
incluir la funda interior original con las fotos de los integrantes del
grupo.
El disco comienza con All night long, con ese icónico riff inicial que es
uno de los más reconocidos y reconocibles paridos por Blackmore. El tema es
un hard rock alucinante, aunque ya se advierte la nueva deriva del sonido
Rainbow en ese bajo de Glover –el hombre tras el man in black– y los coros
que lo visten. Pero la garra de Blackmore y el vozarrón de Bonnet lo
convierten en una pieza imprescindible de la trayectoria de la banda. Y qué
decir de ese maravilloso inicio de teclados a cargo de Don Airey –otro
acierto su llegada al grupo– que nos presenta la fabulosa Eyes of the world,
una de mis preferidas del álbum y con una épica que nos trae ecos de la fase
anterior de Blackmore & Co. TEMARRAL máximo y solo de guitarra excelso
arropado por Airey con unos coros que definitivamente llevaron a Rainbow a
un estrato superior.
Le sigue No time to lose, resultona, con una base rítmica muy conjuntada y
que en mi opinión no hubiese desentonado nada en los Whitesnake de Moody y
Galley. Con un inicio con reminiscencias a los devaneos acústicos de
Blackmore, despide la primera cara una melódica y sentida Makin’ love en la
que –como en todo el álbum, o casi– el grupo se muestra cohesionado en grado
sumo y Bonnet borda su interpretación. El solo es simple aunque
precioso.
Entonces llega la cara B con la estupenda Since you been gone, un pop-rock
de lo más comercial escrito por Russ Ballard que caracterizó injustamente al
disco porque fue su primer single –llegó al Top 10 en la Gran Bretaña– y
suponía un total cambio de rumbo con lo que la banda había grabado hasta el
momento aunque pese a su producción pulida y su aire mainstream, el disco en
conjunto era mucho más hard rockero. Y si antes os decía que quizás la unión
como banda no se había dado en todo el disco –obviando el apartado vocal,
que se grabó cuando la obra estaba casi finalizada– era precisamente por
este tema y concretamente por la negativa de Cozy Powell a tocar en él.
Finalmente, poco antes de abandonar el château francés, accedió a
regañadientes y grabó su parte en solitario con Glover tocando la guitarra
rítmica como guía. Pero la brecha estaba abierta y poco a poco el desapego
de Powell y Blackmore fue aumentando hasta forzar su salida de Rainbow.
Después del aire festivo, el disco sigue con la arrastrada y bluesy Love’s
no friend, otra que me encaja perfectamente en la voz de David
Coverdale.
Danger zone es otra de mis preferidas, con una estupenda interpretación
vocal, unos bajo y batería magníficos, unos teclados etéreos y un solo de
Blackmore trufado de arabescos sonoros. Y finaliza el disco con la rápida
Lost in Hollywood, que cierra mi trío de imprescindibles del álbum, con una
enérgica interpretación de Powell y un estupendo solo a cargo del malcarado
Blackmore con interludio de Airey incluido y esos icónicos coros
finales.
Blackmore se había salido con la suya y el mundo le había dado la razón.
Down to earth consiguió un enorme éxito comercial –en ese momento fue el más
vendido de la historia de Rainbow–, Roger Glover se convirtió en su mano
derecha y –sin poder establecer comparaciones con Ronnie James Dio, porque
es imposible– la elección de Graham Bonnet como vocalista había sido todo un
acierto. Pero algo fallaba. Blackmore odiaba la imagen del cantante, que
–tozudo como él mismo– no daba su brazo a torcer en ese aspecto. Americanas de colores,
chaquetas a medida, gafas de sol, un corte a lo James Dean o camisas
hawaianas no casaban con la licra, las botas de tacón cubano, las melenas y
el cuero. De hecho, en la gira de presentación del disco, Blackmore
acostumbraba a cerrarle con llave el baúl de ropa a Bonnet e incluso le tiraba prendas
a la basura. El guitarrista llegó a confesar en una ocasión que en el
concierto de Donington –el último en el que un harto Cozy Powell tocó con la
banda– tuvo que contenerse en varias ocasiones para no golpear al vocalista
de la rabia que le daba verle. El futuro de Bonnet estaba marcado, al igual
que el de esa fugaz encarnación del grupo, que afrontaría la grabación de su
siguiente disco con nuevos batería, vocalista y teclista.
Desde entonces, el bueno de Graham, inasequible al desaliento, ha seguido pisando estudios y escenarios al frente de su propia banda, con Alcatrazz, colaborando con Michael Schenker o Chris Impelliteri y en diversos proyectos más. Sirva esta entrada como homenaje a su persona y su longeva y aún viva carrera.
En fin, eso es todo por hoy. Espero que os haya sido placentera la lectura
de la entrada y la escucha del disco.
¡Feliz viernes!
@KingPiltrafilla
Entrada publicada simultáneamente en ffvinilo.blogspot.com



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