domingo, 18 de septiembre de 2022

Supernova (1993)


Piltrafillas, ataos los machos. Lo que os traigo hoy no tiene parangón. Me refiero, como véis, a la infame Supernova. En todos estos años, no había tenido nunca el placer de disfrutar de este saco de heces. Y no era por falta de ganas ya que –tras leer innumerables críticas que la ponían a la altura del betún o muy por debajo incluso– llevaba tiempo detrás de ella. Sin embargo, nunca me he olvidado de la obra en cuestión y por fin –casi tres décadas después de su estreno– he tenido la oportunidad de hacerme con una copia. Dirigida por el madrileño Juan Miñón, en la cinta actuaban Chus Lampreave, Gabino Diego, Neus Asensi, Guillermo Montesinos y un histriónico Xabier Gurruchaga que en esta bizarrada surrealista estaba en su elemento. Pero al frente del elenco se situaba una artista que quería iniciarse a lo grande como actriz y que se dio el batacazo de su vida, o al menos uno de los más sonados. Me refiero a la cantante vallisoletana Marta Sánchez, que se había hecho famosa como vocalista del grupo Olé Olé –incluso había actuado para las tropas españolas desplegadas en la Guerra del Golfo, cual Marilyn Monroe ibérica– y que en aquel momento se había convertido en un símbolo sexual tras aparecer desnuda en la revista Intervíu. La verdad es que su cara de pan, su imagen general y las veces que la había escuchado en entrevistas me la hacían parecer insoportable y nada atractiva. De hecho, a día de hoy no ha cambiado mi impresión sobre esa choni con ínfulas. Y es que yo era más de Sabrina Salerno
 

Total, que después de abandonar el grupo que la había llevado al estrellato y comenzar una carrera en solitario presentada como la Madonna española –según ella, a su pesar, aunque su estilismo y dirección artística no podían negar que explotaban el parecido– la chica decidió probar en esto del cine. La película comienza con una presentadora de telenoticias –la presentadora de origen camerunés Francine Gálvez– con el pelo afro esculpido como una montera, hablando sobre una plaga de snuffers –que en toda la película pronuncian vergonzosamente como esnúfers y que en inglés singnifica algo así como apagadores– que salen del alcantarillado, destrozan las infraestructuras eléctricas provocando numerosos apagones y que no es posible controlar con los medios habituales, por lo que se están adiestrando unas brigadas especiales para contener sus ataques. Mientras tanto, la estrella de la música Fénix regresa a España tras una exitosa gira por Japón. El Conde Nado, un aristócrata y magnate de los flanes, está enamorado de la artista y ha secuestrado a una científica para que fabrique una réplica de la cantante –la Supernova del título– para reemplazarla por esta y mantener cautiva a la original con el objetivo de que tenga un hijo suyo. A su vez, Satur –un joven dibujante que vive con su tía radioaficionada y se ha alistado en las brigadas anti snuffers– también está enamorado de ella y no imagina que acabará ayudando a la verdadera Fénix a desbaratar los pérfidos planes del Conde. 
 

Pues sí, amiguitos, con estos mimbres y sustentándolo todo en la fama de Marta Sánchez y su total ausencia de talento interpretativo, se puso en marcha una fabulosa operación publicitaria para atraer en masa a los espectadores a las salas comerciales. Sin embargo, la crítica se cebó con ella y los incautos fans que mordieron el cebo se encargaron de difundir la cruda realidad: Supernova era un montón de guano. Y eso que incluso tuvieron la desfachatez de insinuar conexiones con Metropolis de Fritz Lang, estableciendo de manera sacrílega un paralelismo entre el personaje de Sánchez y el de Brigitte Helm y entre los habitantes del mundo subterráneo de aquella y los snuffers –que apenas aparecen entre las sombras un par de veces– en esta. Incluso la artista reniega de su debut ante las cámaras y afirma –mentira cochina– que no la ha visto nunca. Dicho todo esto, si esta película la hubiesen rodado Marc Caro y Jean-Pierre Jeunet con un presupuesto un poquito más holgado y con una protagonista a la altura, estaríamos hablando ahora de una obra de culto. Así que, si nunca la habéis visto, buscadla, digeridla y emitid vuestras propias conclusiones. Quién sabe si Supernova os va a sorprender como a mi. Y es que es tan y tan mala, que no os la podéis perder.

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