domingo, 17 de abril de 2022

Miravet


Como uno ya gastó sus dineros celebrando en Milán las bodas de plata, esta Semana Santa me he quedado en casita, paseando por el barrio de Gràcia o directamente tocándome los huevos en casa –donde las bebidas alcohólicas salen mejor de precio que en los bares– atiborrándome de música. Pero como también es saludable que a uno le dé el sol en la cara y el aire puro en los pulmones, hoy ha sido el día escogido para hacer una pequeña escapadita matutina. 
 

Y así, mi señora y este que os escribe hemos pasado la mañana en Miravet –previo desayuno en Falset–, una pintoresca localidad de la Ribera d’Ebre en la que aún no había estado y que como monumento destacable posee un castillo de origen andalusí que los templarios transformaron y ampliaron convirtiéndolo en un castillo convento que es uno de los más importantes del país. Por cierto, aunque puede subirse en coche, uno es un pecador en busca del perdón y ha hecho el camino a pie. Y creedme, con un sol de justicia y a poco más de las doce del mediodía, el gesto ha supuesto una penitencia pascual de lo más indicada. Creo que me he ganado la redención.

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