Por supuesto, nos pasamos por la antigua fábrica Pastéis de Belém donde degustamos sus famosos y delicados pastelitos de nata –en realidad son de crema– con azúcar y canela. La verdad es que por toda Lisboa podéis encontrar este dulce típico, pero ninguno de los que comí esos días igualaron la finura y el sabor de los que disfruté en Belém.
Despido la entrada –y ya van tres– con otra imagen del Ponte 25 de Abril. Debo deciros que mi empeño en conseguir esa fotografía me costó un disgusto con mi esposa, a la que con la excusa de dar un paseo romántico por la orilla del río, obligué a caminar desde Bélem hasta más allá del puerto de Alcántara, poquito antes de entrar de lleno en el centro de Lisboa. Por suerte se le pasó rápido el enfado.
Las pastelillos, deliciosos, te alabo el gusto. Y por la foto del puente valió la pena sufrir ese enfado pasajero. (Te conmino a visitar Oporto, por cierto: te pondrás las botas con la cámara).
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