Tras una deliciosa hamburguesa con patatas y ensalada en un restaurante corso, nos paseamos por los alrededores del centro Pompidou dedicando especial atención a la fuente de Stravinsky –en obras, una pena– y sus coloridas esculturas móviles de Niki de Saint Phalle. Más tarde, tras pasar por el hotel para echar una pequeña siesta reparadora, tomamos el metro hasta Trocadero para atravesar sus abarrotados jardines en dirección a la inevitable Tour Eiffel a la que subieron mi esposa y mi hija, algo a lo que yo –después de haberlo hecho ya dos veces en mi vida– me negué. Ocupé mi tiempo sentadito al fresco en un banco a la sombra de los jardines del Champ de Mars, tomando un helado y observando a gente de lo más variopinto pasar una tarde estival parisina, dando descanso a mis maltrechos pies.
¡Impresionantes instantáneas, Mr. Piltrafi's!
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