domingo, 13 de marzo de 2011

Imparable









Piltrafillas, mi segunda película del fin de semana ha sido Imparable, la última cinta protagonizada por Denzel Washington que ha llegado a nuestras pantallas. La historia que cuenta es simple como ahora comprobaréis. Un tren cargado de combustible altamente inflamable se queda sin conductor y emprende un camino sin control a alta velocidad en dirección a Stanton, una ciudad de Pennsylvania. Frank –un veterano conductor- y Will –su novato compañero en el primer día de trabajo- serán los encargados de detener el convoy y evitar la masacre.




A ver amiguitos, pensemos en ello. Tren sin control, con combustible –o explosivos, o una bomba nuclear o lo que sea- que va directo hacia una gran ciudad... ¿no es ese el mismo argumento del que gozan tantas y tantas películas de esas que se ruedan directamente para televisión con actores de segunda, tipo Rob Lowe o Luke Perry que todos hemos visto mil veces mientras dormitamos en el sofá una tarde de domingo lluviosa? Así pues, ¿qué hace de esta Imparable algo pretendidamente especial?, ¿acaso la diección de Tony Scott y la presencia del bueno de Denzel? Pues sí piltrafillas, eso únicamente. La historia que la película cuenta es una memez, el final lo conocemos desde el minuto uno de metraje –no hay otro posible-, la acción discurre por un camino tan delimitado al milímetro como las vías por las que el tren 777 corre –por cierto, hubiese dudado algo más del desenlace si directamente le hubiesen puesto el número 666-, pero es jodidamente distraída, trepidante, mantiene tan bien la tensión y está tan llena de movimientos de cámara –de hecho, no es estática ni en las escenas de despacho o con gente inmóvil- que cumple su objetivo, eso tan encomiable que se llama entretener. En resumen, una función palomitera con calidad y pretensiones simples. Recomendada.

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