Por fin piltrafillas, hoy –como última reseña del fin de semana- os traigo Balada triste de trompeta, la largamente esperada última película de Álex De la Iglesia. Espléndida en lo estético –el inicio con Javier viendo como su padre es reclutado, en la oscuridad de la pista del circo, con la única compañía de un león es la primera imagen sorprendente de una cinta en la que los efectos visuales tienen un gran protagonismo en la desmesura general- un argumento original, algunas intepretaciones notables –las de Antonio De la Torre sobre todo y el titubeante Carlos Areces- y con una fotografía muy buena, creo sinceramente que se trata de una magnífica película que quizás hubiese merecido mayor reconocimiento en la pasada edición de los premios Goya, demasiado enturbiados y contaminados por la polémica de la Ley Sinde. La historia que nos cuenta se inicia en 1937, cuando las tropas repúblicanas entran en un circo y reclutan para el ejército popular a todos los empleados en medio de una representación. No han salido aún los títulos de crédito y la película ya nos ofrece una escena impagable, con Santiago Segura vestido de payaso con tirabuzones rubios y falda, arreando machetazos a cámara lenta entre las filas fascistas. Con un salto en el tiempo, nos encontramos en 1973 y asistimos a la lucha de dos payasos por el amor de una mujer. El uno es Javier, apocado, triste, payaso por herencia más que por convicción, y el otro es Sergio, violento, maltratador, un chulo déspota y psicótico que –en sus palabras- es payaso porque sinó sería asesino. En el vértice del triángulo está Natalia, una acróbata, la novia de Sergio, muchacha voluptuosa y provocativa a la que le gusta jugar con los sentimientos de Javier y no se sabe muy bien si es una víctima de las palizas de Sergio o disfruta con ellas. Balada triste de trompeta es –básicamente- eso, pero también es algo más, es el repaso a una época llena de oscuridad –los últimos coletazos de la dictadura de Franco- y quizás el retrato alegórico de la lucha entre las dos Españas, aún vigente en la actualidad, casi cuarenta años después de la muerte del Generalísimo.
La aparición de Sancho Gracia, Terele Pávez, Santiago Segura, Carlos Areces, Antonio De la Torre o Luis Varela –todos ellos con experiencia a las órdenes del realizador- en el centro de un reparto múltiple y Berlanguiano, y el haber prescindido de su alter ego, su eterno colaborador el guionista Jorge Guerricaechevarría –algo que para muchos críticos ha privado a la cinta de la oportunidad de ser la obra maestra que pretendía- para afrontar en solitario la autoría del texto me hace pensar que con esta película, Álex ha querido llevar a cabo su obra más personal, una criatura de la que de principio a fin –para lo bueno y para lo malo- ha querido ser único progenitor. No soy un cinéfilo redomado para analizar el tema en profundidad, pero opino que en Balada triste de trompeta el realizador vasco ha querido volcar todo lo que tenía dentro a modo de legado –incluso ha intercalado en los títulos de crédito una escena de Fumanchú, la obra que tras varios años de trabajo dejó encerrada en el cajón de las decepciones por culpa de los recortes presupuestarios y le ha dado a su pareja un papel co-protagonista-, como si quisiera cerrar un ciclo, la etapa que comenzó con Acción Mutante y termina con su dimisión como presidente de la Academia de Cine española. Diversos chistes efectivos pero poco novedosos –como el del bebé nacido muerto o el de “¿y si nos quitan lo bailado?”- y variados gags visuales de mayor o menor enjundia jalonan esta cinta. Uno de ellos –que da una idea de la postura política del director y que me ha gustado particularmente- es el de Javier dirigiéndose al comando de ETA que acaba de perpetrar el atentado contra el almirante Carrero Blanco y preguntándoles de qué circo son. Original como poco. En fin, debo confesaros que con De la Iglesia no soy objetivo amiguitos. He visto la práctica totalidad de sus películas, desde Acción mutante y El día de la bestia –la primera película a la que invité a la que hoy es mi mujer (quien inexplicablemente no me dejó en ese mismo momento) y que vimos la noche del 24 de Diciembre de 1995, justo la misma en la que tiene lugar la acción de la cinta- a Los Crímenes de Oxford, pasando por Perdita Durango, Crimen ferpecto y la magistral La Comunidad y sus referentes estéticos, culturales e históricos –él tiene 45 años y yo voy a cumplir esta semana 44- son los míos piltrafillas. Por todo ello no debéis hacer mucho caso de mi recomendación de hoy, ya que está claro que soy el típico ejemplo de fan cautivo y va a ser de todo menos objetiva. Aún así no puedo deciros otra cosa y quiero que me creáis, Balada triste de trompeta quizás no sea redonda pero es una gran película que no os debéis perder. Atención al abrupto final -envuelto en una música de Roque Baños que encoge el alma- y la presencia de Fernando Chinarro, un actor al que los de mi generación recordaréis como protagonistas de las historias cortas que entre actuación y actuación nos ofrecían cada sábado por la tarde Gaby, Miliki y Fofó en su programa de televisión.
La aparición de Sancho Gracia, Terele Pávez, Santiago Segura, Carlos Areces, Antonio De la Torre o Luis Varela –todos ellos con experiencia a las órdenes del realizador- en el centro de un reparto múltiple y Berlanguiano, y el haber prescindido de su alter ego, su eterno colaborador el guionista Jorge Guerricaechevarría –algo que para muchos críticos ha privado a la cinta de la oportunidad de ser la obra maestra que pretendía- para afrontar en solitario la autoría del texto me hace pensar que con esta película, Álex ha querido llevar a cabo su obra más personal, una criatura de la que de principio a fin –para lo bueno y para lo malo- ha querido ser único progenitor. No soy un cinéfilo redomado para analizar el tema en profundidad, pero opino que en Balada triste de trompeta el realizador vasco ha querido volcar todo lo que tenía dentro a modo de legado –incluso ha intercalado en los títulos de crédito una escena de Fumanchú, la obra que tras varios años de trabajo dejó encerrada en el cajón de las decepciones por culpa de los recortes presupuestarios y le ha dado a su pareja un papel co-protagonista-, como si quisiera cerrar un ciclo, la etapa que comenzó con Acción Mutante y termina con su dimisión como presidente de la Academia de Cine española. Diversos chistes efectivos pero poco novedosos –como el del bebé nacido muerto o el de “¿y si nos quitan lo bailado?”- y variados gags visuales de mayor o menor enjundia jalonan esta cinta. Uno de ellos –que da una idea de la postura política del director y que me ha gustado particularmente- es el de Javier dirigiéndose al comando de ETA que acaba de perpetrar el atentado contra el almirante Carrero Blanco y preguntándoles de qué circo son. Original como poco. En fin, debo confesaros que con De la Iglesia no soy objetivo amiguitos. He visto la práctica totalidad de sus películas, desde Acción mutante y El día de la bestia –la primera película a la que invité a la que hoy es mi mujer (quien inexplicablemente no me dejó en ese mismo momento) y que vimos la noche del 24 de Diciembre de 1995, justo la misma en la que tiene lugar la acción de la cinta- a Los Crímenes de Oxford, pasando por Perdita Durango, Crimen ferpecto y la magistral La Comunidad y sus referentes estéticos, culturales e históricos –él tiene 45 años y yo voy a cumplir esta semana 44- son los míos piltrafillas. Por todo ello no debéis hacer mucho caso de mi recomendación de hoy, ya que está claro que soy el típico ejemplo de fan cautivo y va a ser de todo menos objetiva. Aún así no puedo deciros otra cosa y quiero que me creáis, Balada triste de trompeta quizás no sea redonda pero es una gran película que no os debéis perder. Atención al abrupto final -envuelto en una música de Roque Baños que encoge el alma- y la presencia de Fernando Chinarro, un actor al que los de mi generación recordaréis como protagonistas de las historias cortas que entre actuación y actuación nos ofrecían cada sábado por la tarde Gaby, Miliki y Fofó en su programa de televisión.
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