Y la última excursión fuera de Sofia también debía llevarnos fuera de Bulgaria, concretamente a Skopje, la capital de Macedonia del Norte. La verdad es que no teníamos un especial interés en conocerla, pero disponíamos de tiempo, estaba relativamente cerca y suponía poner otra banderita en la lista de países del mundo visitados, uno en el que –con toda seguridad– si no lo hacíamos ahora, no íbamos a poner los pies en la vida. A menudo, a Skopje se le da el sobrenombre de La ciudad de las mil estatuas, incongruentes, desmesuradas y en medio de un neoclasicismo de cartón piedra, como el Venetian de Las Vegas o Disneyworld, una ciudad en la que se sigue construyendo y que pretende vivir de grandes convenciones internacionales y la celebración de congresos, un gran parque temático que supura irrealidad por todas partes, excepto quizás en el barrio musulmán, donde aún se ubica el viejo bazar y la parte de la ciudad más humilde pero auténtica.
El origen del despropósito actual está en 1963, cuando un terremoto destruyó más de la tercera parte de la ciudad por lo que se hizo necesario un plan impulsado por el gobierno yugoslavo y las Naciones Unidas que involucró a numerosos arquitectos por todo el mundo, con dinero a espuertas y carta blanca para hacer lo que quisieran. Podéis imaginar la de comisionistas que debieron hacerse de oro con la idea. Francia, Alemania, Gran Bretaña, miembros de los ejércitos norteamericano y soviético... lo nunca visto, todos hermanados por un presupuesto ilimitado para retirar los escombros de la ciudad, convertirla en un enorme solar y ponerse a edificar. Pero lo peor estaba por llegar. Hace diez años se puso en marcha el plan Skopje 2014 en la que se recuperaba lo más grotesco del plan de recuperación de mediados de los 60, dar un aspecto monumental a la ciudad para atraer el turismo, la inversión y el orgullo a una nación que se independizó no sin problemas con Grecia –de ahí el añadido Del Norte a su nombre–, que no cae demasiado bien entre sus diferentes vecinos y que tiene una tasa de desempleo alta. Así, con la máxima “Mejor cuanto más grande” como leitmotiv, en los últimos años se han construido hoteles, ministerios y monumentos patrióticos de lo más delirante en los que el exceso es su divisa.
Así pues, entre las imágenes que os adjunto podéis ver un Arco del triunfo de más de 4 millones de euros, los autobuses rojos de dos pisos de la ciudad, imitando a los londinenses pero fabricados por la carrocera china Yutong, una enorme y ridícula estatua –más alta que cualquiera de los edificios que la rodea– dedicada a Alejandro Magno que tuvo que inscribirse en el registro de obras de arte de la ciudad como Guerrero a caballo, porque Alejandro Magno no falleció en batalla y por tanto no puede tener una estatua ecuestre con su caballo con las patas delanteras al aire, las fachadas del Museo Arqueológico Nacional, la Fiscalía General del Estado o el Ministerio de Asuntos Exteriores a orillas del Vardar –muchos de estos edificios tiene actualmente plantas enteras vacías a las que no se les da ningún uso–, una fuente dedicada a la Maternidad, una estatua dedicada oficiosamente a Filipo de Macedonia pero denominada oficialmente Guerrero para no molestar a los vecinos griegos... en fin podría seguir definiendo los edificios neoclásicos o conjuntos escultóricos que aburren por saturación y no os haríais una idea de la sensación de falsedad que emana de la ciudad. Pero no os quepa duda, en un país con una economía débil como es Macedonia del Norte, seguramente mucha gente está ganando dinero a montones con esa desmesura. Así que, hagan juego señores.
Con todo, no os llevéis una impresión errónea de la excursión. El conocer de primera mano todo lo que os cuento y las horas que pasamos con nuestro guía –todo un personaje por cierto– nos dejaron un buen sabor de boca de la jornada.
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