El segundo día decidimos ir a Braga, por lo que nos dispusimos a caminar hasta la estación de Sâo Bento. Sin embargo, dimos un rodeo para pasear por el Jardim da Cordoaria que a esa hora estaba fresquito y donde me llamó especialmente la atención el conjunto escultórico Treze a rir uns dos outros, del español Juan Muñoz. Llegados a la estación, pudimos advertir que era tan bonita como se anunciaba, con numerosos paneles de azulejos, aunque algunos se hallan cubiertos por una fina gasa para protegerlos del deterioro. Ya en Braga, cogimos un autobús en la estación de tren para visitar el santuario de Bom Jesus do Monte, en las afueras de la ciudad. El recinto consta de capillas dedicadas al via crucis, una iglesia, numerosas esculturas, jardines y unas escalinatas barrocas en zigzag. Nosotros utilizamos el funicular de agua que data de finales del siglo XIX. La verdad es que el recinto es precioso.
No pudimos visitar la iglesia –aunque desde su entrada pude ver que su decoración interior no era especialmente destacable– porque cuando llegamos se celebraba una boda. Así que, tras un rato paseando bajo un sol implacable, regresamos a la parada de autobús que debía llevarnos hasta el casco antiguo de Braga. Podéis ver fotografías de la Universidade do Minho, la Capela dos Coimbras, el letrero con el nombre de la ciudad junto a la fuente con la Igreja de Sâo Marcos de fondo y la bonita Catedral, mezcla de gótico y barroco para terminar con el arco de Porta Nova, acceso al centro histórico de Braga. Después de comer y callejear, regresamos a Porto, donde descansamos un poco antes de salir a cenar a la Rua das Flores. Finalizan la serie sendas fotografías de la Torre dos Clérigos y la Igreja do Carmo.
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