domingo, 25 de octubre de 2020

Human experiments (1979)


Pues ya estamos a domingo de nuevo y toca comentar una película, así que hoy os traigo a esta Human experiments dirigida y coescrita por Gregory Goodell, que supuso su debut en la gran pantalla aunque el tipo se pasó rápidamente al mundo de la televisión –¿por qué sería?– donde se dedicó principalmente a escribir guiones. Protagonizada por una olvidable Linda Haynes, el perturbador Geoffrey Lewis –siempre me ha parecido que tenía cara de borderline psicópata, quizás porque siendo un crío me impactó su aparición en la serie El misterio de Salem’s Lot–, Mercedes Shirley y Ellen Travolta, el resultado final no es tan malo como cabría esperar aunque en mi humilde opinión era más una entretenida película para ver desde el sofá un domingo por la tarde que un producto para salas comerciales. 
 

La historia que Human experiments nos cuenta –la verdad es que el título promete más de lo que se nos acaba ofreciendo– es la de Rachel, una cantante de country que, después de actuar en un garito de carretera, sufre un accidente y va a parar a una casa en la que un niño que parece el primo tonto del de Deliverance se ha cargado a su familia y a punto está de matarla a ella. Cuando la policía se persona en el lugar no se cree una palabra de su versión y Rachel es detenida acusada del múltiple asesinato. Así, la mujer acaba internada en un correccional en el que su psiquiatra, un tal Dr. Hans Kline apasionado de la entomología –estupendo Lewis, por supuesto lo mejor de la película–, tiene unas ideas algo extremas para curar los instintos criminales aplicando la tortura psicológica y gran número de bichos. Así, cuando Rachel intenta escapar mientras tiene lugar un concierto de rock para las internas, Kline decide darle su tratamiento especial con el fin de reeducarla y convertirla en un instrumento de su voluntad. Y es que Kline cada vez se encuentra más cuestionado por la alcaide Weber, que desaprueba sus métodos. En fin, lo dicho amiguitos, una película pasable, entretenida y de desenlace previsible que puede disfrutarse con una copa de ron añejo y un bol de cacahuetes... y luego olvidarse.

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