Por la mañana y nos despertamos con las noticias confirmando el calor excepcional del día anterior antes de emprender camino hasta Harlem, dispuestos a asistir a una misa gospel. La casualidad hace que se nos presente la oportunidad de asistir a un servicio en francés por lo que las canciones son menos soul y más antillanas de raíz africana. Hay que tener claro que no se está viendo un espectáculo sino una misa auténtica en la que la unión con el Señor es mediante la música por lo que debe respetarse la liturgia, que incluye levantarse y sentarse cuando el reverendo lo indica, escuchar las plegarias y las lecturas y no tratar a los feligreses como monitos de feria. Pero lo cierto es que tampoco ponen impedimento a que pueda hacerse alguna fotografía e incluso la comunidad se muestra agradecida que que el turismo decida apartarse de las zonas céntricas de Manhattan para participar un domingo temprano de sus tradiciones religiosas.
Y después de misa –hacía siglos que no iba a una–, a desayunar y a pasear por Harlem. Evidentemente no podíamos irnos del barrio sin visitar la Catedral de Saint John the Divine, en Amsterdam Avenue. Proyectada a finales del siglo XIX para competir con la católica de Saint Patrick, pese a estar inacabada, es la segunda iglesia anglicana más grande del mundo y la tercera cristiana. Como curiosidad, una de las estatuas de santos de la puerta principal, esculpida en los años 90, está situada sobre una peana que representa la ciudad de Nueva York en una visión apocalíptica, con sus rascacielos cayendo y donde aparecen las torres gemelas del World Trade Center, que en la actualidad están rotas por un acto vandálico.
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