Por la tarde, decidimos sentirnos un poco Warriors y coger la linea D hasta Coney Island. Decadente pero de visita imprescindible, es un lugar ideal y muy recomendable para pasar una tarde estival con una temperatura más agradable que en pleno Manhattan. Ubicada en el extremo sur de Brooklyn, la playa tiene dos parques de atracciones principales a lo largo de un paseo de madera con atracciones vintage que han aparecido en numerosas películas, como Zoltar o la Deno’s Wonder Wheel. Por cierto, si alguna vez subís a esta mítica noria, haced como nosotros y escoged la modalidad de cabina swinging, montada sobre unos rieles que hacen que en el punto más alto parezca que uno se precipita al vacío.
Junto a una playa abarrotada de neoyorquinos ávidos de sol, un muelle con pescadores de cangrejos y portorriqueños escuchando música y los parques de atracciones llenos de gente todo el día, podréis degustar en Nathan’s –dicen que es donde se inventó el hot dog– unos perritos deliciosos, pasear por su boardwalk y disfrutar de un karaoke en el que cualquiera puede actuar ante un nutrido y variado público, lo que permite descubrir desde infames intérpretes a verdaderos artistas amateurs que merecerían firmar un contrato discográfico.
Como muestra, acompaño unos vídeos de una Easy de The Commodores más que aceptable, así como de una versión entre, queer, punk y borracha del Hotel California de The Eagles. Además, los viernes de verano hay fuegos artificiales a partir de las 21:30 h. Súper recomendado.
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