Piltrafillas, la película de la que ahora os hablaré está dirigida y escrita por el itaiano Paolo Lombardo, un realizador de corta carrera a quien no conocía de nada. Sin embargo, las palabras amante y demonio del título además de –sobre todo– la presencia de Rosalba Neri en el reparto eran razones más que poderosas para que me sintiese intrigado por la cinta. En ella se nos cuenta como tres amigas llegan a un castillo de estilo renacentista rodeado de unos jardines preciosos. El mayordomo de la propiedad las recibe y les explica que fue construido a mediados del siglo XVI por la familia Holemberg. Sin embargo, la joven que lleva la voz cantante del grupo no está interesada en la historia oficial del lugar. Helga siente curiosidad por el rumor de que el castillo perteneció al mismísimo Demonio y tiene la intención morbosa de pasar una noche en él. El mayordomo accede y se ofrece a darles alojamiento. Tras la cena, las jóvenes se disponen a dormir pero Helga se despierta en plena noche presa de un calor intenso y acaba desmayándose al tiempo que nos transporta hasta el siglo XVI, cuando la joven Helga está a punto de casarse con el apuesto Hans. Magda –antigua amiga de Helga y enamorada de Hans– previene a este sobre su amada, a la que considera egoísta y frívola y acusa de haberle seducido sólamente para hacerle daño a ella. Pero Hans no la escucha. Entonces Helmut, amigo de Hans y enamorado a su vez de Magda, se ofrece a la triste joven para hablarle mal de Helga a su amigo. A cambio, ella tendrá que acostarse al menos una vez con él. Se trata, amiguitos, de la primera excusa para mostrarnos una escena de cama rodada torpemente y con tanto erotismo como un coito entre mantis religiosas.
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