Pues sí, piltrafillas, este verano mis anheladas –y ya pasadas– vacaciones familiares han sido en Praga y Budapest, dos ciudades que nunca habían estado en las primeras posiciones de mi lista y que me han sorprendido agradablemente. Si os pensáis que se trata de capitales algo atrasadas, con gente antipática y con unos idiomas endiablados que –sumado a un sistema monetario no integrado en el euro– pueden dar al traste con vuestra estancia, no podréis estar más equivocados. Supongo que en el resto de la República Checa o de Hungría será diferente, pero Praga y Budapest son dos ciudades que rebosan encanto, muy turísticas –eso tiene sus pros y sus contras, claro–, que no resultan excesivamente caras y con personas amables que casi siempre conocen el inglés o ponen empeño en hacerse entender. Así pues, como cada año, aquí tenéis el consabido reportaje fotográfico de rigor.
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