domingo, 19 de agosto de 2018

La muerte de Stalin (2018)


Y tras la pausa vacacional, regreso a mis reseñas dominicales con esta más que recomendable comedia negra de tintes histórico-políticos. Basada en un cómic de Fabien Nury y Thierry Robin, la película cuenta la muerte de Iósif Stalin, desde pocas horas antes de la misma asistiendo a una cena en la que compartió mesa con destacados miembros del Politburó como Beria, Khrushchev o Malenkov, hasta días después, en los que los supervivientes fueron tomando posiciones que desembocarían en el nombramiento de Khrushchev como Primer Secretario del Partido Comunista y Presidente del Consejo. Y pese a que algunos estudios modernos acusan a Beria de haber asesinado a Stalin, se sigue considerando que la muerte del estadista fue debida a un accidente cerebrovascular causado por hipertensión arterial. Así pues, conocido el dato histórico, lo interesante de La muerte de Stalin es asistir a una sátira, mezcla de ficción y retrato descarnado de las diversas personalidades del círculo del dictador y de sus movimientos para sucederle, en particular los del ambicioso Khrushchev y el implacable, todopoderoso y temido Lavrenti Beria, jefe de la policía politica NKVD, un sanguinario bicho que nadaba en las cloacas de un sistema tan cruel y represivo como el nazismo. 


Dirigida y coescrita por el escocés Armando Iannucci –un profesional que ha hecho su carrera en el mundo de la televisión, sobre todo como productor y guionista–, La muerte de Stalin se beneficia de un impresionante elenco en el que participan Jeffrey Tambor, Michael Palin o Simon Russell Beale, destacando sobre todos ellos un Steve Buscemi inmenso como calculador Khrushchev. Lo dicho, muy recomendable pese a ser pretendidamente ficción ya que resulta espantosamente verosímil y refleja el miedo, la hipocresía, las intrigas, la crispación, la lucha por el poder y la arbitrariedad política de los seguidores y cómplices de Stalin, un ser tan despreciable, enloquecido y mesiánico como Hitler. Por eso es tan vergonzosa su foto en Yalta junto a Churchill y Roosevelt, ya que en realidad suponía hacer concesiones a un tirano crecido que amenazaba con no conformarse con detenerse en Berlín y seguir reconquistando Europa en nombre del comunismo. En fin, cosas de la guerra y las alianzas políticas.

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