Piltrafillas, vaya por delante que la película de la que os hablaré ahora –y que no tengo reparos en recomendaros– me parece simpática, fresca, visualmente poética y dotada de una maravillosa fotografía de Thomas Hardmeier, que no en vano se llevó el César correspondiente. Sin embargo, esta cinta de Jean-Pierre Jeunet no está en mi opinión a la altura de Amelie, Micmacs à tire-larigot –ver aquí-, Delicatessen o la soberbia La ciudad de los niños perdidos (ver aquí), títulos destacados en la filmografía del realizador. Lo que en resumen nos cuenta es la historia de un crío de diez años que vive en una granja de Montana con su madre –una doctora en entomología obsesionada por los escarabajos–, su padre, chapado a la antigua y con espíritu de cowboy, su hermano gemelo dicigótico Layton y su hermana adolescente, que a lo único que aspira es a convertirse en Miss América para escapar de esa vida. El pequeño T.S. recibe un día la noticia de que el Smithsonian le ha concedido el premio Baird por la invención de un máquina de movimiento perpetuo y sin decir nada a su familia se sube a un tren de mercancías dispuesto a cruar el país para presentarse en Washington D.C.
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